LAGUNA DE VOCES

    •    Despertar


De alguna manera esperamos con ansiedad el momento en que despertaremos del coma inducido en que hemos vivido la mayor parte de nuestra vida. En ese estado, lamentable por necesidad, hacemos poco por decidir las cosas que habrán de sucedernos, y apresuramos la justificación de que todo tendrá que ser con o sin que participemos. Aprovechamos las últimas versiones de la física moderna, para decir que el verdadero yo que somos anda en ese otro destino que se cumple, y si no es en ése será en los miles de futuros-presentes-pasados que se cumplen al mismo instante.
    El problema es que solo somos conscientes del sueño eterno en que miramos, simplemente miramos, a la espera de que un rayo de luz nos ilumine los ojos para salir de la pesadilla en que somos los que sueñan que sueñan y sueñan.
    Somos el universo entero que gustamos apagar y prender al ritmo de los párpados, y un día cualquiera estamos ciertos de que eso pasa, de que tenemos en las manos el interruptor de todo, y que solo es cuestión de creer en esa capacidad que al final de cuentas todos tienen, pero algunos nisiquiera distinguen.
    Pero dormimos, y eso nos hace embarcaciones que se mueven según marquen las olas, sin destino, sin gana alguna de remar contra la corriente. Lo más cómodo, lo más sencillo, lo que no implica esfuerzos de ningún tipo. Solo ir, dejarse llevar a quién sabe qué lugar, que no elegimos, que no nos gusta, que fue marcado por quien nos apura a despertar sin que haya respuesta alguna.
    Los días de frio que anuncian el invierno, nos encierran todavía más, y si el que se auto declaró en estado de coma de por si no tenía intención alguna de abandonar el letargo, es más fácil seguir en esta empresa de pasar desapercibido, que nadie se entere que hay vida en el cuerpo abandonado desde su nacimiento.
    Otros universos, tantos como se los quiera imaginar el que lo hace, serán testigos del que no se dejó a la deriva, del que despertó y vio que la vida era eso, vida, no simple sobrevivencia, no lo que había sido marcado por un destino en el que nunca participó para su elaboración.
    El amor es la única pócima para el durmiente ser humano, porque en un instante recorre todos y cada uno de los universos donde se quedó con los ojos fijos al techo, y transforma de pronto las esperanzas, y comprende por fin las maravillas del que se levanta del lecho donde nunca sucedía nada.
    Despertamos a los temores, a los miedos, pero todo eso es parte de alguien que vive, y por lo tanto valen la pena. Escuchamos con paciencia los latidos de la tierra, luego del universo entero, luego de los otros muchos destinos que esperan a que lleguemos, a que arribemos en una embarcación que por fin tiene rumbo.
    El año termina, lleva prisa como siempre cuando dejamos la niñez y nos adentramos en la casi tercera edad. Primero espanta, y si espanta es que vivimos. A partir de los anuncios navideños es inminente el fin de 2017, y con todo ya damos por hecho que cruzamos el umbral de la puerta en que se nos concede el 2018, y luego quién sabe, porque a estas alturas ya nada es seguro hasta verlo a la vuelta de la esquina. Aunque ni así.
    Cantar victoria es riesgoso. Pero consuela que si caemos dormidos, despertaremos con otra oportunidad, otro rumbo, otra ocasión para pulir el amor con cuidado, para que nunca desaparezca ni se achique. Es la carta única de presentación que sirve. Todo lo demás importa poco, incluso nada.
    Será vital que el estado comatoso en que los años nos encuentran, dé paso al que mira, al que se espanta, se admira, se regocija, se siente presa del amor y puede ser amoroso. Al final de cuentas, decía el Silvio Rodríguez, “solo el amor alumbra lo que perdura; solo el amor convierte el milagro en barro; solo el amor engendra la maravilla; solo el amor consigue encender lo muerto”.
Mil gracias, hasta mañana.
jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico
@JavierEPeralta

CITA:
    Será vital que el estado comatoso en que los años nos encuentran, dé paso al que mira, al que se espanta, se admira, se regocija, se siente presa del amor y puede ser amoroso. Al final de cuentas, decía el Silvio Rodríguez, “solo el amor alumbra lo que perdura; solo el amor convierte el milagro en barro; solo el amor engendra la maravilla; solo el amor consigue encender lo muerto”.
    
    

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