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LAGUNA DE VOCES

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* El Ché, soñar es importante

Nos gusta pensar que el Ché Guevara murió antes de ser tentado por el poder, y por ello logró salvarse como leyenda imposible de regatearle la eternidad. En muchos sentidos él definió las generaciones que después se permitieron soñar a costa de lo que fuera, y hoy mismo se viste como el ejemplo más exacto de lo que es tener ideales y ser consecuente con ellos. Nos gusta recordarlo porque reanima el alma de los que, desilusionados, creyeron con seguridad absoluta, que los tiempos habían cambiado tanto, que pensar en los demás era simplemente absurdo.
    La Revolución Cubana, o lo que de ella queda, se mantiene sin embargo como un monumento a la rebeldía, a la dignidad de un pueblo que no aceptó las brutalidades de un imperio como el estadunidense, hoy gobernador por un desquiciado mental, que de paso muestra a propios y extraños, que después de todo su dichosa democracia ejemplo del mundo, no es tal, nunca ha sido tal.
    Sin embargo, la reflexión obligada a 50 años de que fuera asesinado el guerrillero, es en torno a los mecanismos que pueden propiciar el cambio profundo, justo, en un país como el nuestro, y que necesariamente deben estar alejados de la violencia, la revolución armada. Seguramente el Ché habría optado por otra vía en estos tiempos, con todo y que pareciera que la de tipo político-electoral ha desembocado en un rotundo fracaso.
    Al final de cuentas es el origen, la razón de su lucha lo que vale, y es presente. Con lo anterior me refiero a su capacidad de tener ideales y llevarlos a la práctica, porque de poco sirven los sueños si se quedan en eso y nunca se transforman en realidad.
    Pero lo contrario es absurdo, buscar algo sin antes idealizar el futuro inmediato.
    Creo que a nadie le pasa desapercibida la imagen del Ché, porque de alguna manera nos confirma la posibilidad de todos guardamos en el alma, -y esto ya puede sonar a un ideal-, la certeza de que tarde o temprano la sociedad en que nos ha tocado vivir será más justa, más humana, más dedicada al trabajo de generar las condiciones de la vida, la simple y sencilla vida.
    Hace 50 años fue asesinado en Bolivia, y la fotografía que le fue tomada en una pileta donde fue colocado su cadáver recordó al Cristo victimado luego de ser bajado de la cruz. Porque ambos, en su justa dimensión cada cual, tuvieron como única ambición la búsqueda ansiosa de que todos los habitantes de este planeta tuvieran las mismas oportunidades de ser felices, de gozar el amor que hoy es tan escaso.
    Uno, todos lo sabemos, optó por el camino sencillo de las palabras amorosas. Otro no. Pero los dos murieron porque llevaron hasta el grado del sacrificio sus ideales. Y eso es precisamente lo que hace falta en estos tiempos: ser consecuentes con lo que pensamos, lo que abrazamos porque nos da justificación y sentido en la vida.
    Así que será preciso buscar de nueva cuenta en donde quiera que hayamos guardado los recuerdos, los elementos fundamentales que en algún momento construyeron nuestros ideales; sí, los que se refieren a sueños que en esos momentos no sonaban imposibles, y por el contrario jurábamos estaban a la mano para convertirlos en realidad.
    Porque ninguno tenía que ver con dinero, posesiones o poder, sino con la enigmática vocación de entregar, compartir, hacerse uno con los demás y saberse por fin acompañado en la existencia que siempre es solitaria, si no hay alguien con quien simplemente saberse andante del camino por el que vamos.
    El Ché por eso despierta tanta admiración. Es alguien que sabía de antemano que moriría un 9 de octubre de hace 50 años, y que en ese mismo instante se convertiría, él mismo, en un ideal, el que construyó, el que lo hizo inmortal en tanto se le recuerde y evoque en cualquier persona la intención de volver a soñar como cuando era joven.

Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico
@JavierEPeralta

CITA:
    Así que será preciso buscar de nueva cuenta en donde quiera que hayamos guardado los recuerdos, los elementos fundamentales que en algún momento construyeron nuestros ideales; sí, los que se refieren a sueños que en esos momentos no sonaban imposibles, y por el contrario jurábamos estaban a la mano para convertirlos en realidad.
    Porque ninguno tenía que ver con dinero, posesiones o poder, sino con la enigmática vocación de entregar, compartir, hacerse uno con los demás y saberse por fin acompañado en la existencia que siempre es solitaria, si no hay alguien con quien simplemente saberse andante del camino por el que vamos.