LAGUNA DE VOCES

* Cuando Dios dejó de ser noticia, según Jardiel Poncela

“Cada rescate que hacían era festejado como un nacimiento”, relató Lucía Zamora, quien permaneció sepultada bajo escombros más de 30 horas en la colonia Roma de la ciudad de México.  “Amigos en la adversidad, cuates de verdad”, fue la manera de decir adiós a nuestro país del líder de los rescatistas japoneses, Toshihide Kawasaki, quien agradeció a la ciudadanía y su gobierno las muestras de cariño.
    Gracias fue la palabra constante, la que ha guiado estas últimas horas, que darán paso a los momentos más complicados para quienes salvaron la vida, pero perdieron todo, absolutamente todo, y tendrán que empezar de cero cuando estaban seguros que tenían asegurado el principal patrimonio para cualquier familia: su casa.
    Aprendimos de la tragedia. Pero también debemos aprender de la realidad, la que deja de ser noticia pero finalmente es el salvoconducto para seguir en la vida. Porque igual a Dios cuando baja a la tierra en la novela del español Jardiel Poncela, después que muchedumbres se reunían para verlo, tocarlo. Luego que incluso las Naciones Unidas debieron convocar a reunión emergente para acordar qué periodistas y qué preguntas le harían… luego que el tiempo pasó, y se le veía pasar bonachonamente por las calles y contestarle a los niños, a quien quisiera platicar con él, nadie se interesó por él, por Dios, porque había dejado de ser noticia.
    Aprendamos ahora de la realidad, porque sin duda somos un pueblo único, digno de admiración por la solidaridad absoluta que se desata como un mar embravecido cuando así es necesario; pero también sabemos, vaya que sí lo sabemos, que después de todo la vida sigue, y ya sin la tragedia, sin el horror de lo inmediato los que salvaron la vida tendrán que enfrentarla solos.
    O tal vez no, si este sentimiento de ayudar a quien lo necesita madura, se hace adulto y decide pasar a otro que no es la simple solidaridad, sino el amor, el amor bien entendido; el que se queda con el que sufre porque lo ama; el que se queda con quien no encuentra la salida porque le interesa, porque siente que es carne de su carne; el amor que comprende, que perdona al salvado del derrumbe cuando se olvida de ser agradecido, pero que necesita todavía ayuda, mucha ayuda cuando la vida le arrebató lo poco que tenía; el amor que no busca autograbarse con el celular para presentarse al mundo como ser divino, y que pasadas las semanas, cuando el terremoto sea de nueva cuenta recuerdo, busque a quienes deambulan por la existencia sin rumbo, sin saber qué después que el cielo los salvó para estar a su lado, para no dejar que de nueva cuenta, ahora sea el olvido quien los entierre.
    El amor que sin duda alguna existió el mismo día 19, 20, 21, 22, 23, 24, 25 y todo el mes, porque arrancar de la muerte a alguien es igual al enamoramiento, pero el enamoramiento que no se transforma en amor, muere por naturaleza.
    Y estoy seguro, absolutamente seguro, que los jóvenes que nos mostraron que salir a las calles para ayudar, para ser mano, corazón, piel que ayuda a sus semejantes resulta divina, serán los que guíen este nacimiento real de una nación, donde no sea el odio que pulula en las redes sociales el que conduzca sus pasos, sino eso que nos mostraron, que nos enseñaron en estos días de absoluta esperanza.
    En eso confiamos todos, porque eso nos salvará.
    El amor como la moneda más valiosa de la existencia, que mantiene su pureza y calidad mejor que el oro. Porque si no es este sentimiento vital en el ser humano, nada, absolutamente nada nos salvará, y regresará el horror de la muerte de los cárteles, el odio diseminado por hordas de imbéciles en las redes, el linchamiento público y a todo color a punta de videos de celulares.
    Si no es el amor, nada, absolutamente nada podrá salvarnos.

Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico
@JavierEPeralta

CITA:
O tal vez no, si este sentimiento de ayudar a quien lo necesita madura, se hace adulto y decide pasar a otro que no es la simple solidaridad, sino el amor, el amor bien entendido; el que se queda con el que sufre porque lo ama; el que se queda con quien no encuentra la salida porque le interesa, porque siente que es carne de su carne; el amor que comprende, que perdona al salvado del derrumbe cuando se olvida de ser agradecido, pero que necesita todavía ayuda, mucha ayuda cuando la vida le arrebató lo poco que tenía
    
    

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