LAGUNA DE VOCES

* No nos olviden

He visto la desolación, la tristeza que lastima allá donde se aloja el alma. He visto crecer hierba muerta, ceniza del tizne de cadáveres, árboles devastados por la creencia de que podían dar frutos en una tierra que sólo miedo pudo concebirles. He visto en las mañanas rocíos de ácido quemantes como rocas de cataclismos bíblicos, mundos destruidos en diminutos y agónicos instantes. Y sin que nada quede en los recuerdos, sin luz alguna que pueda guiar mi paso al destino que no resultó ni cielo ni infierno, descubro que el horror más grande y nunca contado es que nos dejaron a la mitad de nada, esperanzados por tradición a resucitar el día tercero del mes y año predicho; pero perdidos, sin rumbo, polvo entre los polvos, nada entre la nada. Por eso deben recordarnos, no porque la terrenal justicia pudiera llegar algún día, sí en cambio por la necesidad de todo muerto a que la más pequeña rendija de recuerdo lo guíe con bien a la luminosa luz que es camino de sirga, donde las manos que se niegan al olvido nos lleven, ligeros, a donde sea pero alguna parte. La eternidad sin rumbo es un absurdo, porque se repite una y mil veces el instante justo en que ardieron, ardimos en una pira luego de ser sacrificados. Eternidad sin destino es lo que más angustia, lo que despierta a nuestros padres cada mañana desde esa fecha, y les pide, les suplica que no olviden, que no dejen de pensarnos para que guíen los pasos de sus hijos. Ya no es asunto terrenal ni justicia de hombres, es cuestión de amor, porque si dejan que el tiempo les borre el rostro de lo que fuimos, seremos lo que quisieron, lo que buscaron lograr los que molieron huesos, quemaron huesos, quemaron pista alguna de nosotros. Seremos nada. Una y mil veces hemos visto, he visto la desolación, la tristeza, la hierba muerta, la ceniza del tizne de nuestros cuerpos. Una y mil veces los árboles de vientres tumefactos. Una y mil veces el rocío que quema, que deja ver el hueso de los descuidados que se mojan con su agua. Una y mil veces la misma historia. Pero también una y mil veces el recuerdo, la seguridad de que por ahí andamos. No, no estamos muertos si por muerto se refieren a que hemos sido olvidados. Pero podríamos estarlo si nos dejan a mitad de un camino que parece sin rumbo, si olvidan, si ceden a la tentación de seguir lo que llaman vida y nos dejan perdidos. Entonces ganaría la desolación, la tristeza, la hierba muerta, la ceniza del tizne y el árbol sin frutos. No pueden por eso olvidarnos. Y eso solo es asunto de ustedes, los que recuerdan con amor, con cariño. No los que hoy nos dicen mártires de quién sabe cuánta cosa. No, no somos mártires. Simplemente somos difuntos que no encuentran el camino para llegar a donde el destino nos llamó. Por eso no olviden, no nos olviden. Guarden el rostro, la risa, la voz en el fondo de sus corazones. Entre muertos no hay diferencias, si asesinados o por enfermedad, todos somos iguales, pero todos merecemos llegar, llegar simplemente, y eso se logra solamente por el recuerdo, por la memoria. Por eso, nada más por eso, no nos olviden.

    Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico
twitter: @JavierEPeralta

 CITA:
No, no estamos muertos si por muerto se refieren a que hemos sido olvidados. Pero podríamos estarlo si nos dejan a mitad de un camino que parece sin rumbo, si olvidan, si ceden a la tentación de seguir lo que llaman vida y nos dejan perdidos. Entonces ganaría la desolación, la tristeza, la hierba muerta, la ceniza del tizne y el árbol sin frutos. No pueden por eso olvidarnos. Y eso solo es asunto de ustedes, los que recuerdan con amor, con cariño. No los que hoy nos dicen mártires de quién sabe cuánta cosa. No, no somos mártires. Simplemente somos difuntos que no encuentran el camino para llegar a donde el destino nos llamó. Por eso no olviden, no nos olviden.

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