LAGUNA DE VOCES

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Colibrí de la buena suerte

Cansado de tanto sol, un colibrí decidió buscar la sombra de las oficinas del periódico y enfiló el pico a una de las ventanas que miran al jardín, o tal vez la puerta del área de diseño, aunque la verdad nadie sabe cómo entró. El asunto es que volaba de un lado para otro en el pasillo que da al área administrativa, no perdido porque sabía desde el principio hacia dónde se dirigía, pero sí asustado porque en el intento de evitar se quebrara el pico contra los vidrios, samaritanos y samaritanas intentaron guiarlo a la libertad.
    Paso media hora y con eso de que la vida para un animalito volador -que lo hace a una velocidad superior al mismo tiempo-, seguramente transcurre a un ritmo que apenas nos atrevemos a imaginar, empezó mostrar no solo un evidente cansancio, sino el paso de los años por la prisa que tiene para vivir.
    Su plumaje era blanco cuando finalmente fue atrapado en una caja y puesto en libertad junto a la fuente del jardín, incluso sus ojos que parpadean tan rápido que parecen nunca cerrarse, dejaban mirar a un colibrí por momentos decepcionado de no haber encontrado el mundo que algunos de sus compañeros contaban que existía dentro de los muros de piedra que construyen los humanos.
    Porque no fue casualidad ni ganas de engañar al calor lo que llevaron al pajarillo de inaudita rapidez al reino de las personas. Lo había calculado con precisión absoluta, casi matemático, de tal modo que apostó todo a la dirección a donde enfiló su pico y logró entrar a velocidad del rayo cuando la ventana se quedó abierta.
    No contaba con la lentitud del mundo humano, al grado que nunca pudo entender el ruego de quienes le pedían que saliera, que solo iba a romperse la cabeza si insistía en creer que los muros pueden ser atravesados nadamás por pura voluntad. Vio que cuando él iba y regresaba del pasillo, quienes lo perseguían para otorgarle la libertad apenas si daban un paso.
    Tanta lentitud acabó por espantarlo y pasmarlo. No, el pequeño reino de las personas resultaba complicado de entender. Imposible comprender así, que tengan jardines para verlos simplemente desde la ventana, y ni con el calor endemoniado de estas semanas se den la libertad de meterse a la fuente o mojarse por el simple gusto de mojarse en el pasto.
    Debe ser cosa rara mirar que la vida transita a cámara lenta, que toooodoooo esssss leeeeennnntttttooooo, muuuuuuyyyy leeeeeenttttto.
    Al final se dejó atrapar en una caja de cartón cuando reposaba en una puerta. Un sobre amarillo grande le impidió salir, pero ni lo intentó. La gran aventura para la que se había preparado por años en el tiempo humano terminaba sin pena ni gloria, aunque sí asegura a sus congéneres que de algún modo los colibrís son una especie respetada porque su presencia provoca que la suerte llegue al lugar donde se aventuran a volar.
    Todavía se posó en el techo de tejas color barro del jardín, retuvo el aliento, se grabó en la memoria el momento justo en que cumplió el rito de todo buen colibrí, que es meterse en una casa, una oficina, cualquier muro de piedra donde habiten personas y salir con vida, indemne, más luminoso que cuando voló a la gran aventura, igual que si fuera obligación para nosotros salir de la tierra, mirar el espacio infinito y regresar.
    Viéndolo bien, resulta que el colibrí es más libre que cualquier ser humano. Puede volar y treparse a cualquier edificio, entrar, inspeccionar las construcciones raras donde no pocos pasan horas y horas de su existencia sin asomarse siquiera a mirar la fuente, el jardín, el sol, y se conforman con quejarse del efecto sin mirarver cara a cara al causante de tanto calor.
    Viéndolo bien el colibrí ya cumplió el rito que lo hará inmortal. Ahora solo falta que un día cualquiera levemos anclas, quitemos amarras, y volemos al espacio tapizado de estrellas, para ver en qué consiste eso de los muros que construyen dioses gigantes, antes que nos metan a una caja de cartón para liberarnos en el jardín donde acostados miramos la noche plagada de luceros.

Mil gracias, hasta mañana.
jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico
twitter: @JavierEPeralta

CITA:
Viéndolo bien el colibrí ya cumplió el rito que lo hará inmortal. Ahora solo falta que un día cualquiera levemos anclas, quitemos amarras, y volemos al espacio tapizado de estrellas, para ver en qué consiste eso de los muros que construyen dioses gigantes, antes que nos metan a una caja de cartón para liberarnos en el jardín donde acostados miramos la noche plagada de luceros.