LAGUNA DE VOCES

•    La felicidad que se descubre

Tenía la costumbre necia de empezar a celebrar la Nochebuena y Navidad desde el  mes de septiembre porque, argumentaba, había sido la mejor época de su niñez, de tal modo que le resultaba imposible conformarse con un solo mes luego de una larga espera, que todavía era más agobiante cuando niño. ¡Pasaba con tanta lentitud el tiempo a los seis o siete años!
    La ventaja de crecer, de cruzar el umbral de los 55, es que de pronto todo sucede a un ritmo vertiginoso, de tal modo que apenas se recupera uno de los gastos del fin de año pasado y ya se nos pone enfrente otro diciembre. Es así que se pierde la maravillosa fantasía que rodeaba la fecha.
    Pero decir que se pierde es eso, un decir, porque apenas se ven las primeras luces que adornan las calles, los comercios, algo sucede muy en el interior que renace la esperanza de que todo podrá ir bien, y que los problemas económicos que aquejan al que celebra por adelantado se irán así, por arte de magia.
    Es un hecho que no sucede tal acontecimiento, pero el que todo el año se la pasó quejándose por la mala suerte que le tocó en la vida, empieza a mirar el desarrollo de los hechos con tanta tranquilidad que hasta se asusta y se tacha de irresponsable, para concluir que, viéndolo bien, después de todo la tragedia que se había puesto en escena no era tal.
    Hay una aplicación exacta del dicho aquel de que todo se perderá, menos la esperanza.
    Vale la pena volver a pensar como el niño de seis o siete años, que apostaba todo a una fecha exacta en que la gente se transformaba para mirar la vida con ojos inocentes, ajenos al hombre calculador en que casi todos acabamos convertidos.
    Un buen número de personas juran que el 2017 será pleno de catástrofes, y en México el fantasma de un presidente gringo loco, terriblemente enojado con nosotros quién sabe por qué razones, espanta por adelantado. Muy posiblemente lo que dicen habrá de pasar, y al encuentro del 2018 tendremos que ir con la justa esperanza de que algo suceda para que ninguna de esas dramáticas profecías se cumplan.
    Además ya ronda la locura sexenal de ver quién tumba a quien antes de que la carrera presidencial arranque aquí en tierras nacionales. Lo de siempre, y la única certeza es que haremos lo posible para sobrevivir y volver a esperar que los finales de año traigan mejores cosas.
    Sin embargo, y pese a todo, resulta saludable mirar con esperanza las luces navideñas, los rostros menos cargados de pesares en los que nos rodean, aunque otros han cancelado desde tiempos inmemoriales la esperanza.
    El camino siempre será el mismo, apenas con pequeñas variantes. El recuerdo no, porque lo nutre la experiencia personal que es única, y de este modo cada cual le dará valor excepcional o de ningún tipo, porque así es la vida, porque nadie podrá experimentar el sentir que en lo particular cada cual toma de la existencia.
    Conozco a muchos que la temporada navideña les lastima el alma, el corazón, porque justo coinciden con una tragedia que nunca ha podido sanar, y por supuesto tienen todo el derecho para cansarse de optimistas y esperanzados. ¿Quién podría contradecirlos?
    A cada ser humano Dios le tiene preparado un nuevo rayo de sol, decía el poeta español León Felipe. Para algunos coincide con la primavera, para mí siempre será diciembre y la Nochebuena, la Navidad, que en esa época reconocí por vez primera el rostro de la felicidad con todo y las pérdidas que me nublaban la vista para ver que existía la alegría.

Mil gracias, hasta mañana.
jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico
twitter: @JavierEPeralta

CITA:
A cada ser humano Dios le tiene preparado un nuevo rayo de sol, decía el poeta español León Felipe. Para algunos coincide con la primavera, para mí siempre será diciembre y la Nochebuena, la Navidad, que en esa época reconocí por vez primera el rostro de la felicidad con todo y las pérdidas que me nublaban la vista para ver que existía la alegría.
   
   

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