* Los muertos niños que regresan
Nadie, o muy pocos, discutirán que nuestras tradiciones para celebrar a los fieles difuntos han sido la envidia de otros países desde hace mucho tiempo, porque lo que recibimos como herencia en la materia, es la posibilidad real de platicar con los que se han ido, igual que si estuvieran vivos. De alguna manera recibimos esa enseñanza, en la que de manera fundamental aprendimos que la eternidad nos espera, y por lo tanto ese instante en que estaremos juntos de nueva cuenta con los que tanto amamos y nos amaron.
Sin embargo a estas alturas, luego de que presumimos a diestra y siniestra que las calaveras y catrinas son la prueba absoluta de que nos burlamos de la muerte, finalmente empezamos a descubrir que no hay tal cosa, y que con todo y que nos comemos una calavera de azúcar, el hecho fundamental es que no hay día que pase sin evocar la posibilidad de que al otro ya no estemos en tierra de vivos.
Pero eso lo hace todo el mundo, lo que pasa es que en México estamos tan seguros de lo que habrá de venir, que nos permitimos invitar a los difuntos año con año a que se sientan como en su casa, con lo que gustaban hacer en vida.
Si en el altar colocamos comida y bebida, hasta cigarros, es porque de pronto nos damos cuenta que además de nosotros que nos quedamos, seguro extrañarán el mole que tanto saboreaban, la cerveza, el brandy o el ron, vaya pues, lo que a veces los que por acá andamos también echamos de menos.
Porque todavía con tiempo en el reloj de la existencia, de pronto empezamos a pensar que la vejez está a la vuelta de la esquina, y entonces dedicamos buena parte del trayecto fina en cuidar que lleguemos dignamente, como se dice, y nos damos a la tarea de darle la espalda a todo lo que fuimos. Es una constante que la mayoría maneja con la vana ilusión de que volverán a ser como cuando la edad era de 20, 30 y tantos.
Será para estos días cuando regresemos a lo de antes, pero ya en plan de calavera, y como nadie se preocupa si el difunto hace desfiguros si se empina la botella que le fue colocada en su altar, entonces resulta un hecho que algunos llegados del más allá regresarán con tremenda cruda que será curada con los menjurjes propios de lugares celestiales, o de otros que mejor ni nombrar.
Posiblemente también equivoquemos todo al momento de elegir la bebida y el platillo favorito, porque de lo primero casi siempre se guarda una aversión si empinaba de más el codo, de tal modo que sólo atinamos a saber que algo poderoso ingería que lo ponía como lo ponía.
Pero ya difunto de años se le perdona lo que en vida tanto enojo provocaba, así que puede pasar sin problema alguno y brindar a diestra y siniestra, que al fin los huesos que tronarán serán los de él, y nada más que los de él.
Sin embargo un hecho es que los recibimos con un cariño enorme, ya pasado el tiempo quién sabe si esto se repita con nosotros.
Al momento de escribir faltan pocas horas para que a la medianoche del lunes 31 de octubre, se anuncie la llegada de los niños difuntos, y este es el momento más pleno, porque será menester levantarnos temprano hoy 1 de noviembre para desayunar con ellos, no tener la menor duda de que son ángeles y que son las luces más hermosas que puntuales se presentan en casa de sus papás y hermanos.
Además que son el bálsamo que permite tranquilizar el corazón y devolver el cariño a la muerte, porque con todo y como es, en estos días es guía para las almas de niños y niñas que anuncian que los difuntos grandes están por llegar.
Al mediodía se irán para regresar el otro año, pequeñitos eternos.
Mil gracias, hasta mañana.
jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico
twitter: @JavierEPeralta
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Al momento de escribir faltan pocas horas para que a la medianoche del lunes 31 de octubre, se anuncie la llegada de los niños difuntos, y este es el momento más pleno, porque será menester levantarnos temprano hoy 1 de noviembre para desayunar con ellos, no tener la menor duda de que son ángeles y que son las luces más hermosas que puntuales se presentan en casa de sus papás y hermanos.