LAGUNA DE VOCES

* Con otra suerte y alguna lotería

El dinero no es la vida, es tan solo vanidad, dice la canción. Pero un buen número de pasajeros del autobús en que viajamos, y se llama vida, dedican un presupuesto permanente para la compra, dos veces por semana, del Melate, y por lo menos unas horas mensuales para preguntar y contestarse, lo que harían de ganar los 200, 300 o 400 millones de la bolsa acumulada.
    Ante la improbabilidad de hacernos millonarios de la noche a la mañana la práctica constante del “¿qué haría si me ganara el premio gordo de la lotería?”, es una posibilidad para construir escenarios en los que, de buenas a primeras, dejamos la preocupación por el asunto económico.
    Alguien que conozco sentenció de bote pronto a la pregunta: “me divorciaría de manera inmediata”, como si a partir del hecho de tener mucho dinero y dejar a su mujer, pudiera ofrecerle la felicidad que seguramente nunca había podido alcanzar, y seguramente sus razones tendría para tomar como acción inmediata a realizar la separación de aquello que tanto sufrimiento le causaba.
    Viajar es otra constante, disfrutar del mar, los países que solo en sueños se visitarían. También, por qué no, los excesos, y con ello me refiero a cerrar un día cualquiera la cantina de preferencia durante dos días, contratar músicos, invitar a todos los amigos y amigas habidos y por haber, y beber, dice un guardia del periódico, “hasta quedar cuajado”.
    Sin embargo, el hecho constante y sonante, es que eso de ser millonario de la noche a la mañana como que no le sienta bien a quien toda la vida ha tenido que ver con esperanza y fe, que la quincena aguante hasta la siguiente, y que exista un ser divino que lo lleve por el camino del bien.
    Además que, lo dice el anuncio de las bebidas, “nada con exceso, todo con medida”. Y dicho lo anterior, el querer ganarse el Melate es llegar a los excesos que no conducen a ningún camino.
    Pero la plática y la pregunta siempre serán las mismas, “¿qué harías si te sacas el premio gordo de la lotería?”.
    Y por supuesto que lo mismo serán los sueños que se hacen, la distribución entre la familia y amigos de cierta cantidad, porque ya millonario quién no se hace dadivoso. La primera lista resulta ser exagerada en cuanto a la repartición de dinero, y por lo tanto del presupuesto inicial se pasa a uno que solo contempla el 50 por ciento del mismo, luego el 30, el 20 y no pocos son los que finalmente deciden que no entregarán un solo peso a nadie porque solo les puede acarrear desgracias.
    Además que como el amor, el dinero no se puede esconder, y una vez que la esposa, compañera o quien sea que tenga las riendas del hogar se entera, el asunto cambia, y cambia totalmente.
    Resulta ser que ya ni en sueños se puede disponer, a partir de ese momento, de un premio imaginario, porque la repartición del dinero que no se tiene, y seguramente nunca se tendrá, derivará en fuertes discusiones, porque ni en broma se puede aventurar la idea de favorecer más a la familia de uno o de otro.
    El súper-premio de la lotería es inexistente, pero no así los desencuentros que propicia.
    Pero y dale de nuevo a la siguiente semana con la misma pregunta, “¿qué harías si te sacaras el Melate?”.
    Todos tenemos derecho a soñar, a pensar que la vida rutinaria que hemos vivido siempre puede cambiar un día cualquiera por el puritito dinero.
    Sin embargo es muy probable que a una buena parte de los que soñamos con esa posibilidad, el efecto que traería sería todo lo contrario de lo que se piensa,  y nadamás por eso la suerte no llega, y seguro que no llegará nunca.
    A lo mejor es un consuelo recurrente, pero desde hace mucho que ganamos el premio mayor por la suerte de decirle a cada una de las personas que amamos que las amamos, y si la respuesta es que también nos aman, entonces no hay necesidad de nada más.
    Aunque, por otro lado, nunca está de más algo de dinerito.

Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico

twitter. @JavierEPeralta

CITA:
A lo mejor es un consuelo recurrente, pero desde hace mucho que ganamos el premio mayor por la suerte de decirle a cada una de las personas que amamos que las amamos, y si la respuesta es que también nos aman, entonces no hay necesidad de nada más.

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