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LAGUNA DE VOCES

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* El retrato de La Muerte

La fotografía circuló en varios medios impresos. No se trató, al menos por esta ocasión, la de un cadáver descuartizado con los ojos fuera de sus órbitas. Tampoco de un linchado con el cuerpo negro de la golpiza. Vaya que ni sangre se pudo observar en la gráfica.

Y sin embargo ha sido de las más impactantes que hayamos publicado en mucho tiempo. Quien la haya tomado fue guiado por una mano diestra en reconocer una escena que haría pensar a quienes la vieran.

Dos ahogados en una presa de Acaxochitlán. Uno de ellos en un abrazo, el último, de su madre y padre. Atrás, el campo, el agua, una visión casi poética, romántica, plena de la paz que implica un paisaje de ese tipo. En primer plano la tragedia absoluta, la que simplemente no se puede explicar, ni el porqué sucedió, ni los instantes justos en que pudo ser evitada. Simplemente pasó, en un abrir y cerrar de ojos, y la historia para la familia que no da crédito a lo acontecido, de pronto dio un vuelco total.

La muerte que buscó posar en una fotografía que en un primer instante pareciera ser de una pareja que pasa un día de campo, despreocupada, incluso con un mantel blanco en el que habrían de colocar lo necesario para una tarde de contemplación.

Se ve también alguien que se presume es su hijo, acompañante en el descanso, de esos que pocas veces se presentan.

Confunde una cinta amarilla que rodea la escena.

Hasta que se observa con detenimiento. El mantel no es mantel, y si lo era, había sido transformado en la sábana blanca que debe cubrir el cadáver del que murió en accidente. Lo mismo en una carretera, una calle. La sábana siempre aparece como contaba el cronista, igual que la veladora.

No hubo misterio de por medio. Se había ahogado. Así de simple y sencillo, y por eso la fotografía empezó a hablar por sí sola apenas llegó a las redacciones. Más de uno se detuvo a contemplarla, a mirar con detenimiento, porque era la muerte misma la que se retrató en la lente del fotógrafo. No era el difunto y sus padres. Era la muerte que con macabra estética eligió el lugar más hermoso, el pasto verde, los árboles, el agua de la presa, para sonreírle a la cámara.

Es diferente cuando el muerto queda embarrado en el asfalto, o fue perforado por balas del destino.

Aquí no, y eso es lo que contemplamos.

La muerte se retrató en una presa de Acaxochitlán. Lo mismo que el dolor a secas, rotundo. Golpazo en la memoria de cada uno de los espectadores, directos o indirectos.

Cada padre es La Piedad con sus hijos. Porque resulta imposible aceptar que se vayan antes que uno. El padre consuela a la madre, la madre al hijo muerto. La muerte simplemente está ahí, desafiante pero al mismo tiempo en paz con ella misma.

Por eso era imposible no hablar de la fotografía. De esas que solo el destino pone en manos del que maneja la lente. Porque no es asunto de maestría en las asas y las velocidades. Es asunto de que el destino, o la muerte, también llevó al instante justo al fotógrafo.

Así que el click fue parte del escenario. Lo mismo la sábana que cubría el cadáver y que seguro era la túnica de la muerte, que la mamá quitó al cuerpo para ver por última vez a su hijo.

Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico

twitter: @JavierEPeralta