LAGUNA DE VOCES

●    Mensajes de la lluvia

Cuando es de noche la lluvia es paciente, sigilosa, apenas si toca con sus gotas el techo de las casas, y salvo contadas excepciones cuando se hace acompañar de rayos y truenos, es un arrullo para el que padece de insomnios, que de este modo puede navegar en mares cristalinos, sin otra ola que el vaivén del corazón.
    Debe existir un artista de la música en el cielo durante esas noches que dormir es imposible, y de pronto decide abrir un telón en el cielo oscuro, para dejar pasar notas de tranquilidad, con una llovizna que acaricia el pesado desvelo de los que con ojos cuadriculados por hilitos rojos, desesperan porque los párpados insisten en mirar a que salga el sol por la ventana.
    Y no es la luna, o tal vez su sabor que llega con gotas-pócimas-mágicas, lo que ayuda al buen dormir, al buen morir, al buen amar. Porque sin agua de lluvia, de nada serviría la receta de Sabines, tan efectiva para los que ahogados y desencantados.
    Por supuesto es la que algunos días del año llega educada a tocar con nudillos ligeros en el techo de la casa, y no insiste si nadie le contesta. Se va pero regresa puntual en la madrugada del otro día, hasta que recibe el permiso. Entonces se transforma en esa música única que sabemos cuida el mal dormir de los que sueñan, o quiere soñar el mundo en que seguro nacieron y viven, pero alguna maldad del tiempo los dejó en un lugar del que poco conocen, como no sea que están en el lugar equivocado.
    La primera lluvia que se presentó cuando era niño, mi padre salió presuroso con su hijo en brazos para que le cayeran las primeras gotas de su vida directas del cielo. Lo hizo con cada uno de mis hermanos, sus nietos cuando todavía conservaba la fuerza para esa encomienda. Nunca le pregunté la razón, pero estoy seguro que habría tenido una respuesta llena de recuerdos del pueblo y la magia que ahí conoció.
    Por eso es que absurdo sería desperdiciar la ocasión de asomar la cabeza por la ventana; de plano salir al jardín, y compartir la fórmula única y de pocos conocida, que hace del tamborileo que pega en los techos, la clave sincera de quien nos quiere contar algo.
    Sin embargo debe ser esa lluvia que acaricia las manos si se levantan para recibirla, el rostro. Acaricia incluso el piso, el pasto, las flores, los balcones desde donde nos asomamos para divisar el horizonte cuando no llega el descanso, ese que llaman reparador.
    El mundo seguirá sin nosotros o con nosotros. Habrá de seguro más muertos en conflictos que se repiten puntualmente. Pero solo la lluvia estará, los días, las semanas que se le antoje montarse en la preocupación de quien no puede dormir porque de pronto descubrió que es de otro mundo, que su vida está allá en un lugar lejano, que se espanta porque dejó de conocer a quienes creía conocer.
    Y será su puntual presencia, de la lluvia, el remedio fundamental para tantas desveladas, ojeras pintadas por la luna.
    Todos podrán ser felices en cuanto descubran la realidad donde simplemente existen, y donde deben existir.
    Ayuda, mucho, escuchar los mensajes que llegan desde el cielo en gotas finísimas, ajenas a cualquier sonido, como no sea el que llevan dentro, espolvoreado entre quienes tienen la gentileza de no dormir para descifrar su significado.
    Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico
twitter: @JavierEPeralta

CITA:
    El mundo seguirá sin nosotros o con nosotros. Habrá de seguro más muertos en conflictos que se repiten puntualmente. Pero solo la lluvia estará, los días, las semanas que se le antoje montarse en la preocupación de quien no puede dormir porque de pronto descubrió que es de otro mundo, que su vida está allá en un lugar lejano, que se espanta porque dejó de conocer a quienes creía conocer.

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