LAGUNA DE VOCES

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Me entero ya de noche, que Omar Raúl Martínez Sánchez ha muerto. Apenas cumplidos los 51 años, de 1992 a 2014 dirigió la Revista Mexicana de Comunicación además de presidir la Fundación Manuel Buendía, donde se hizo colaborador permanente del hidalguense, Miguel Ángel Granados Chapa. Impartió cátedra en la UNAM y en la maestría en Periodismo Político de la Escuela Carlos Septién García.

 

            Tuve oportunidad de conocerlo en una de muchas conferencia que impartió en la capital del estado, a invitación del autor de la columna “Plaza Pública”. Siempre se mostró abierto a la participación de periodistas en la revista a su cargo. Era una buena persona sin duda alguna.

            Hace unos días apenas, también falleció el director de la Septién García, José Luis Vázquez Baeza, quien dio todas las facilidades para que se impartieran estudios de posgrado en la capital hidalguense.

            Jóvenes los dos.

            Y de un modo u otro uno comprueba que pasadas las cinco décadas es deber reconocer que ya podemos ingresar a las planas de los obituarios sin que nadie se extrañe, ni nosotros mismos.

            Solo por eso la necesidad de aprovechar el tiempo. No a manera del condenado, porque la pena y la preocupación poco pueden colaborar a ver con ojos menos pesimistas el paso del tiempo.

            Solo se trata de un día a la vez, y si tenemos la fortuna de tener a nuestro lado la voz tierna y paciente de quien nos recuerde que no hay hora, minuto, segundo que perder en una melancolía sin sentido, podemos agradecer al mismo cielo la suerte con que contamos.

            Mi padre murió a los 92 años y gustaba rezar por las noches a su Ángel de la Guarda. Para él nunca hubo duda alguna de su existencia, porque amparaba sus sueños ese personaje alado de túnica blanca y ojos grandes, sea que despertara o no. Le tenía una fe absoluta y era una oración que nos dejó como herencia.

            Todos tenemos un ángel a nuestro lado, aunque a veces podemos pasar tanto tiempo sin voltear a verlo, que un día cualquiera decide irse a jugar a otros lugares.

            Pero siempre regresa.

            A mi edad, lo digo sin a amargura que hace poco creí eterna, es obligación cuidar a ese personaje que nos fue asignado por el mismo Dios para evitar un adiós que solo herede tristeza. Es claro que todos nos iremos algún día.

            Pero en tanto sucede o que tenga que suceder, miremos a los ojos al ángel que nos cuida, ese que con el simple cariño que tienen los seres celestiales nos dice que estará al pendiente, que nos dirá con todas las letras de las palabras: ámate, consiéntete, que nadie puede dar lo que no tiene.

            Es diferente desde ese momento cada estación que nos toque todavía recorrer en este tren de la existencia.

            Será siempre diferente.

            La oportunidad única de intentarle cuando menos a la felicidad, al acto fundamental que todo ser humano debe realizar cada mañana, cada atardecer, cada anochecer: festejarse a sí mismo.

            Y si nos acompaña un ángel de ojos curiosos, todo es posible.

            Un abrazo para Omar Raúl por todo lo bueno que hizo en su vida, siempre seguro de que ser amable y buena persona era sinónimo de buen periodista.

 

Mil gracias, hasta mañana.

 

peraltajav@gmail.com

twitter: @JavierEPeralta

 

CITA:

            Pero en tanto sucede o que tenga que suceder, miremos a los ojos al ángel que nos cuida, ese que con el simple cariño que tienen los seres celestiales nos dice que estará al pendiente, que nos dirá con todas las letras de las palabras: ámate, consiéntete, que nadie puede dar lo que no tiene.