LAGUNA DE VOCES

  • Juárez no debió de morir, ay de morir

Nos miramos a los ojos con cara de interrogación, pero sobre todo con esperanza. Ya falta poco, y con todo y que a lo mejor no cumple su palabra, hay que tener fe que con llegar a la fecha todo estará solucionado y habremos de cantar victoria, aunque no eterna, pero sirve para salvar el año. Sin embargo asaltan las dudas, las preocupaciones, la nostalgia por anticipado de que a lo mejor es la última vez, y entonces viene la tristeza por adelantado, la certeza de que con todo y las ganas de aprovechar el día como si fuera el último, el hecho es que con semejante sombra resulta difícil disfrutar cualquier cosa.

                Se hacen comparaciones absurdas, como la de los presos en cárceles gringas condenados a la inyección letal. Porque saben que, ya sin ningún recurso legal de por medio, el día llegará y simplemente morirán, irremediablemente morirán. Y por eso acostumbramos mirarnos a los ojos, con ganas descomunales de tirar por la borda todo y aprovechar las horas, los minutos, que en una de esas son los que nos quedan.

                En algo se asemeja a los lagos de agua fría, porque son lamentablemente tristes de naturaleza, con todo y que las excursiones de adolescentes borrachos le dan cierto tinte de loca felicidad, que pasa apenas desembarcan y corren en busca del sol.

                La costumbre es esperar alguna fecha en el año, como si su llegada deveras tuviera el poder mágico de transformar la realidad. Sabemos, se aprende con la edad, que seguiremos igual que en enero, febrero o marzo para citar el mes, y que entre más se avanza en la carretera de la existencia, lo único que se aprende es a ser más y más ligado a la realidad, que de suyo es aburrida, un fastidio, un dejarse llevar por los días que siempre nos quedan a deber sorpresas o misterios.

                Nos hacemos mezquinos con los te quiero, porque seguramente dejan de tener sentido, o porque un día cualquier olvidamos con absoluta certeza lo que implicaba decírselo a alguien. Luego entonces lo borramos del diccionario que empieza a hacerse escuálido, raquítico, apenas con unas hojas que ya no expresan nada.

                Solo de vez en cuando se ilumina con la posibilidad de repetir, casi deletreado, la riqueza de las palabras, y con todo y que puede ser un instante fugaz condenado a desaparecer, sirve para iluminar el oscuro túnel por el que caminamos sin rumbo, dando tumbos contra las paredes hasta caer de boca contra el suelo. Es entonces que el rayo que inunda la galera impronunciable de la existencia, es bendición.

                Pero esperamos aguantar hasta que llegue la fecha, y una mañana se abra la crujía que seguramente algún celador olvidó que existía.

                Se abrirá la puerta por donde sólo se asomaba de vez en vez la esperanza vestida de ojos curiosos.

                Escucharemos nuestro nombre.

                Levantaremos la mano para decir que somos nosotros, que por favor no nos vayan a confundir, que después de todo ya sufrimos lo que teníamos que sufrir.

                Y sí, caminaremos por fin convencidos de que la libramos por este año, que el 21 de marzo con el arranque de la primavera, será el mejor salvoconducto para lo que resta del 2016. Brincaremos de gusto por el calor aunque sea bochornoso, lleno de sudor y desesperación. Pero libres de la condena de que los pulmones se apaguen un día cualquiera por una dichosa enfermedad que ni teníamos el gusto de conocer.

                Porque dicen, al menos eso dicen, el enemigo mortal de la influenza hn1 y todos los números que se le ocurran a usted, es la primavera, o tal vez Benito Juárez, que sí logró fusilar emperadores austriacos, qué le dura una gripe tamaño familiar.

                Mil gracias, hasta mañana.

 

peraltajav@gmail.com

twitter: @JavierEPeralta

 

CITA:

Solo de vez en cuando se ilumina con la posibilidad de repetir, casi deletreado, la riqueza de las palabras, y con todo y que puede ser un instante fugaz condenado a desaparecer, sirve para iluminar el oscuro túnel por el que caminamos sin rumbo, dando tumbos contra las paredes hasta caer de boca contra el suelo. Es entonces que el rayo que inunda la galera impronunciable de la existencia, es bendición.

               

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