LAGUNA DE VOCES

  • La luz de la vida

Cualquiera que sea el destino que nos depare la vida, es obligación de cada uno sorprenderse por la mañana helada y estar presente para verla. Admirar el cielo, encargar la posibilidad de la felicidad a la primera estrella que se asome, saber que simplemente estar vivo es un milagro pocas veces apreciado. Sentir, saborear el destino que nunca ha de ser siniestro, es la alternativa que se presenta cotidianamente, pero que casi siempre olvidamos.

                Las mañanas frías de estas fechas son lo más cercano al llamado que desde algún lugar del universo alguien nos hace, a veces a gritos, otras son leves susurros, pero eternamente con la certeza de que tanta maravilla no puede ser producto sino de una armoniosa música que se mece en el viento, en las ráfagas heladas, en la más amorosa sensación de que en la tierra habremos de cumplir un pacto hecho desde el nacimiento, y en el que tarde o temprano se reconoce un camino, un sendero que a veces torcemos, pero siempre con un rumbo definido.

                Podemos achacar a la mala suerte los tropezones con una pequeña piedra que se nos atravesó, pero nisiquiera eso es producto de la casualidad.

                Haría falta una bitácora de navegante de estrellas para entender que no erramos al dirigir la nave vigorosa de la existencia por destinos que pareciera no lo son. Haría falta un plan maestro a detalle que nos comprobara, una vez más, que caminamos de la mano de ángeles, y que hoy nos llevan a la admiración por lo que de vida consideramos simple, pero que no lo es.

                Algo nace todos los días cuando abrimos los ojos, cuando estamos ciertos que el mejor paso sería no tener rumbo alguno y andar al garete, nave sin faro alguno que lo alumbre.

                Y sin embargo existen esos faros luminosos, plenos, absolutos, que sólo un ciego puede negar.

                El factor decisivo en toda vida es dejarse guiar por la luz real que está a nuestro lado, que ha crecido al paso del tiempo con nosotros; que tiene la paciencia única de llevarnos de la mano, y entonces resulta que nada es tan triste como siempre hemos querido creer. Que la vida se nutre de esa posibilidad de caminar con absoluta decisión la vía del destino.

                Poco hacemos a veces por reencontrar esa misteriosa luz que nos despierta en noches de insomnio y lamentos. Poco por valorarla, pero la luz ha sido la más bella que ser humano alguno haya tenido la posibilidad de conocer y tener.

                Y todos, infinitamente todos, contamos con la certera guía de faros que alumbran la noche, que nos llaman desde la lejanía del mar para saber que hay tierra firme y plena de dicha, la dicha de empezar a comprender la razón de la existencia.

                A mí me ha guiado con tanta decisión y cariño, que por muchas razones en este día es obligación darle las gracias, tomarme de su mano y caminar la hermosa vida que contaba Sabines. Porque es la que ha ejercido con la magia de la constancia, la mayor y más benévola influencia en el que mira con esperanza la salida de los astros de madrugada, y siempre espera que a la vuelta de la esquina se cumpla la palabra de la armonía celestial.

                Así que hoy, porque no hay otra razón más que el amor, puedo decir que estoy agradecido por la luz que ha guiado mi vida, la de mis hijos, la del sendero luminoso que a veces se apaga, pero que siempre por ella vuelve a iluminarse, a dejar que la esperanza sea la verdad única y fundamental.

                Hay que mirar el cielo, enamorarse de la majestuosa noche plagada de estrellas. Pero sobre todo, hay que mirar a la que un día, por el cariño inmenso que nutre las almas buenas, decidió quedarse a nuestro lado.

Mil gracias, hasta mañana.

peraltajav@gmail.com

twitter: @JavierEPeralta

CITA:

Y sin embargo existen esos faros luminosos, plenos, absolutos, que sólo un ciego puede negar.

                El factor decisivo en toda vida es dejarse guiar por la luz real que está a nuestro lado, que ha crecido al paso del tiempo con nosotros; que tiene la paciencia única de llevarnos de la mano, y entonces resulta que nada es tan triste como siempre hemos querido creer. Que la vida se nutre de esa posibilidad de caminar con absoluta decisión la vía del destino.

 

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