LAGUNA DE VOCES

* Salude aunque no conozca

 

Achaco a la desmemoria de la edad no recordad el nombre de rostros que se me cruzan en la calle, saludan cordialmente y dejan entrever que en el pasado, lejano o reciente, compartimos la sorpresa de conocernos. Incluso resulta posible entablar una plática animada de media hora, con la certeza de que ni uno ni otro lograron descifrar a ciencia cierta quien era el interlocutor que insistía en temas que, de tan comunes, alimentaron la sospecha del olvido desde el primer momento.

            Pero nadie se atreve a decirle a quien tiene enfrente que no se tiene la menor idea de quién demonios es, o el porqué tanta camaradería, si nunca ha sido el estilo, ni la forma, ni nada por el estilo.

            Al final de cuentas comprendemos que real o fruto de la desmemoria del otro, que no de uno, aunque tal vez sí, somos pasajeros en un mismo camino, y que si nos conocíamos o no, importa poco, porque no hay derechos de antigüedad en algo tan vital como la sobrevivencia, el alejarse de la soledad, y tener la certeza de que a lo mejor coincidimos en el camino al viaje eterno, y sin presentación previa ni nada que nos pudiera conectar, nos sabremos acompañados.

            Porque esa es una realidad definitiva aunque no nos guste. A la hora de morir no se irán con nosotros ni conocidos, ni amistades de toda la vida, porque aquí se trata de la muerte, y en la muerte no hay requisitos ni experiencias comunes. Cada cual llega con sus propios velices y tendrá que saludar, conozca o no, al que le toque ir a nuestro lado.

            Entonces a lo mejor ya somos difuntos y por eso los que creemos desconocidos, son los que sí se dan cuenta que ya colgaron lo tenis y no tienen inconveniente alguno en saludar a quien nunca vieron cuando todavía respiraban.

            El problema es que hay muchos que ni por acá les pasa que ya marcharon, es decir que ya no están en este mundo, y por lo mismo siguen con las costumbre raras de los vivos, y casi exigen a gritos que ningún desconocido se atreva a dirigirle el saludo. Lo que pasa es que, pobrecitos, simplemente no fueron informados de su nueva condición.

            Por eso, y está claro que con el objetivo de que nadie se dé cuenta, le aconsejo saludar hasta con abrazo y palmada en la espalda a quien le llame por su nombre aunque no lo conozca. Platíquele como si apenas ayer hubieran estado en una cantina con una botana y copas de por medio, en el arte divino de recordar a la que se fue y nunca regresó.

            No se lo iba a decir pero mejor le digo: si insiste en hacerse el muy indignado porque le dirija la palabra quien usted da por desconocido, acabará porque nadie le vuelva a hablar, y ahí sí que se complica todo y de manera absoluta.

            Imagínese la eternidad sin poder hablar con nadie.

            No, no es nada bonito.

            Porque a la muerte la locura no le sienta nada bien.

            Así que guárdese de andar de presumido. Salude con amabilidad, pregunte por lo que se le ocurra pero que suene familiar. No hay forma de distinguir entre vivos y muertos, y como nadie ha comprobado si estamos de un lado o del otro, lo mejor es hacer como que no sabemos nada de la realidad.

            Eso le ahorrará muchos disgustos y preocupaciones.

 

Mil gracias, hasta mañana.

 

peraltajav@gmail.com

twitter:@JavierEPeralta

 

CITA:

            El problema es que hay muchos que ni por acá les pasa que ya marcharon, es decir que ya no están en este mundo, y por lo mismo siguen con las costumbre raras de los vivos, y casi exigen a gritos que ningún desconocido se atreva a dirigirle el saludo. Lo que pasa es que, pobrecitos, simplemente no fueron informados de su nueva condición.

 

 

 

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