Home Nuestra Palabra Prisciliano Gutiérrez LA VOZ DEL PUEBLO Y LA VOZ DE DIOS.

LA VOZ DEL PUEBLO Y LA VOZ DE DIOS.

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“La masa se mueve más por el odio y el prejuicio
que por la lógica y la razón”.

Ikram Antaki.

Si del lugar común que acepta el latinajo “Vox Populi, Vox Dei” como un fundamento metafísico de la democracia, se infiere la identidad de la palabra popular con los designio divinos, debe aceptarse que son: infalibles, omniscientes, omnipotentes; omnipresentes; esto es, ni el pueblo ni Dios se equivocan: todo lo saben; todo lo pueden y están en todas partes para ejercer su imperio.

Desde el título de este artículo, es mi intención resaltar con una conjunción copulativa (y) las diferencias.  La “sabiduría” popular, suele cuestionarse cuando se confronta con una realidad que avanza o retrocede no solo con base en opiniones y rumores, sino en verdades que se fundamentan en la Lógica y en la Teoría del Conocimiento (Epistemología).

A riesgo de pasar como sacrílego ante los ojos de quienes profesan la religión del populismo y que, por consecuencia, creen en la verdad absoluta, sólo cuando la dice su “Mesías tropical”, me permito opinar que el pueblo sí se equivoca, aunque de acuerdo con los ultrademócratas, también puede ejercer su derecho a la  equivocación.

Resulta desalentador advertir cómo se deteriora nuestro sistema político, no por la contundencia de la razón, sino por la fuerza de la sinrazón.  Cualquier persona en las redes, en las pláticas de café, y hasta en las fiestas de bodas y XV años, de manera impune externa las opiniones más inverosímiles con tono doctoral y pontificio, como si sus palabras fueran máximas de observancia universal, verdades irrebatibles.  Vayan algunos botones de muestra:

Una compañera Profesora, jura y perjura que cuando se cayeron las “ballenas” en un puente al sur de Pachuca, murieron ciento cincuenta personas y que el “perverso gobierno” ocultó la terrible verdad y redujo la cantidad de muertos a uno.  Por más que con sólidos argumentos intenté convencerla de lo absurdo de su afirmación, estoy seguro de que no lo logré y de que esa “verdad” se sigue comentando con acritud y censura en contra de todo cuanto huele a autoridad.

Un amigo, me envió un WatsApp (¿así se escribe?) en el cual un grupo de niños y niñas, participa en un programa de concurso.  Cuando la conductora pregunta: ¿En dónde están los ladrones?, varias infantiles manos se levantan.  La seleccionada contesta sin titubear: “Están en el Congreso”, ante la hilaridad y el aplauso del público.  La menor justifica: “Eso dice mi mamá”.

En una fiesta familiar, una distinguida y culta dama, totalmente ajena a la realidad hidalguense, públicamente y sin rubor despotricaba en contra de los “ladrones, corruptos y asesinos del gobierno”, al mismo tiempo que emitía duras opiniones en contra de la Reforma Educativa y justificaba con más víscera que intelecto, el vandalismo radical, ignorante y apátrida de los integrantes de la CNTE y de su “Moreno” patrocinador.  Ésa es la convicción “izquierdista” que la mayoría tuvimos a los dieciocho años.

Me pregunto: ¿Cuántos predicadores de la violencia?  ¿Cuántos “comunistas” sesentayocheros persisten en su dogmatismo, adolescente tardío, sin que alguien por timidez o por miedo a la crítica, se atreva a contradecirlos?  En este país, en este tiempo, el deporte de moda es: “Péguele al Presidente”…   Al fin y al cabo es un juego inocuo, inofensivo, impune…  Hasta para algunos beneficiarios del sistema.

Fuera de estas frivolidades, aunque con la misma temática.  En una nación (concepto sociológico) como la nuestra, con historia de constantes confrontaciones entre el clero y el Estado (desde la Guerra de Reforma hasta el surgimiento catequista del EZLN, pasando por la Rebelión Cristera), preocupa la actitud de la alta jerarquía púrpura y hasta de simples curitas de pueblo, quienes con la bandera del agravio que significa para la grey católica (y de otras religiones y sectas) la iniciativa presidencial de reconocimiento en la más alta jerarquía legal de los matrimonios entre personas del mismo sexo.

Inquieta más aun, cuando una pluma como la de Salvador García Soto, escribe en El Universal, un posible apoyo del Vaticano a esta rebelión; sobre todo cuando existe un antecedente similar, del cual fueron protagonistas, el entonces (2010) Cardenal de Buenos Aires Jorge Mario Bergoglio, y la Presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner también por la aprobación de una ley que permitió el matrimonio entre personas de igual género.  Entonces escribía el que hoy es Papa y se hace llamar Francisco: “No seamos ingenuos: no se trata de una simple lucha política, es la pretensión destructiva del plan de Dios…  No se trata de un mero proyecto legislativo (éste es sólo el instrumento), sino de una movida del Padre de la mentira que pretende confundir y engañar a los hijos de Dios”.  En otro párrafo afirma: “el matrimonio precede al Estado, es base de la familia, célula de la sociedad, anterior a toda legislación y anterior a la misma iglesia.  De ahí  que la aprobación del proyecto de ley significaría un real y grave retroceso antropológico”.

Es claro que, a nivel mundial, la Comunidad Lésbico Gay y una buena parte de la opinión pública, no comparten esa postura, aunque sí connotadas organizaciones mexicanas identificadas con la derecha.

Durante mucho tiempo las iglesias carecieron de personalidad jurídica.  Después de varias décadas de actividad diplomática, un Presidente propició su reconocimiento.  Hoy reclaman un lugar no sólo en la sociedad, sino en la política.

Nadie cuestiona la preparación académica, teológica; la disciplina e inteligencia de los jesuitas.  Se puede coincidir con la Compañía de Jesús, o disentir de ella, pero no ignorarla.  Ni a la iglesia ni al Estado mexicano conviene una confrontación.  Hay que conciliar, por el bien de todos.

Difícil tarea para el Embajador en la Santa Sede Mariano Palacios Alcocer y para el Subsecretario de Asuntos Religiosos de la SEGOB, Humberto Roque Villanueva.

Es claro: la voz del pueblo, no siempre es la voz de Dios.
Junio del 2016.