LA VIRGEN DE GUADALUPE

LA VIRGEN DE GUADALUPE

ALFIL NEGRO

En 7 días, el 12 de diciembre, México celebra el día de LA VIRGEN DE GUADALUPE en su aniversario 491 de su aparición a Juan Diego en el Cerro del Tepeyac, en cuyas faldas se levanta en esta hora la Basílica de la virgen morena que es base de la identidad del país y respuesta a los problemas y urgencias de millones de mexicanos, que buscan y encuentran en su protección caminos de solución que no pueden encontrar en otras instancias de su vida.

La pandemia frenó por lo menos en dos diciembres las manifestaciones de esta fe, porque por cuestiones sanitarias no se llevaron a cabo las peregrinaciones tradicionales que se ven por las carreteras que van a la capital del país y a los santuarios guadalupanos qué hay en todo el país, desde las grandes catedrales hasta las capillas más modestas en las rancherías y comunidades pequeñas de México.

Es una fe y una devoción que nace en cada familia, y que casi por regla general inician y alimentan las madres mexicanas que tienen en la virgen morena la imagen de la madre que se preocupa y atiende a sus hijos.

Se ha dicho con toda razón que para ser guadalupano no se necesita ser católico porque hay muchos con esta fe y devoción que no son católicos pero sí guadalupanos, por la fuerza que tiene esta devoción entre los mexicanos.

La virgen morena ha sido acompañante del mexicano en sus decisiones más importantes como país, desde el movimiento de independencia. Y ni se diga en la revolución mexicana.

La presencia de la virgen de Guadalupe se da lo mismo en el pendón que lleva el cura Hidalgo en su movimiento de independencia, que en los sombreros de los revolucionarios en sus combates por los derechos de los campesinos.

Nosotros somos testigos de la presencia de la virgen del Tepeyac, en los centros de trabajo, en oficinas, en las calles, en las carreteras, en los caminos, en el bosque, en las tortillerías, en las tiendas, y en las casas donde tienen un lugar especial para protección de la familia.

La pandemia acrecentó la devoción a La Guadalupana. Ahí donde no llegó la medicina, ni los programas de atención a los contagiados, ni las declaraciones de los políticos estuvo ella como esperanza y como consuelo de enfermos y de familiares y como bálsamo de esperanza cuando la enfermedad se llevó a algún pariente o conocido.

Las modas sobre todo de la vida política, tienen su momento de presencia y de fuerza y luego como todo pasan y se van, y así muchas cosas y actitudes y gustos permanecen un momento mientras duran y luego pasan. La devoción y la fe a La Guadalupana permanecen siempre.

Es respuesta y ayuda en los momentos difíciles, y esperanza de una vida mejor cuando esta que tenemos se acabe.

Es cuestión de fe y en eso cada quien tiene una forma de vivirla o no vivirla.

Pero es indudable que la devoción guadalupana es un apellido que tiene cada mexicano desde que nace, o por lo menos la mayoría.

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