PIDO LA PALABRA
• Los creadores del caos ponen su cara de “yo no fui”, y continúan en su lluvia de promesas…
En la política nada es casualidad, la mayoría de los acontecimientos son producto de una meticulosa preparación, cada detalle se planea para que parezca que es espontáneo, casual; y cuando el acto previsto consigue el objetivo, si éste es nocivo, los organizadores se lavan las manos y se dan sus golpes de pecho jurando que ellos son inocentes.
Los creadores del caos ponen su cara de “yo no fui”, y continúan en su lluvia de promesas tan intangibles e improbables como ciertos dogmas de fe; el populismo es la sangre que corre por las venas del fanatismo, ese fanatismo que logra convertir al raciocinio en solo un recuerdo al que los anarquistas de la política siempre evadirán; el líder de hoy, mañana candidato, sabe que el prometer no empobrece, pero logra su objetivo de engañar a los que creen ser sus seguidores de corazón.
Esa idolatría irracional al futuro candidato no permite que percibamos el engaño que después nos tragaremos con la cabeza agachada, casi a manera de apenada justificación de cualquier cosa que haga en ejercicio de la función que le hemos encomendado; y nuestra obstinación nos llevará a seguir embarrando en la banqueta hasta la última gota de nuestra dignidad.
Los candidatos, en el buen manejo de las palabras, al emitir sus promesas, expresarán ambigüedades para que, en su oportunidad, puedan zafarse en la farsa de la interpretación. Candidatos que escupen para arriba y terminan por ensuciarse con su propio escupitajo; prometen quitar las arañas y nos terminan arañando, pues acaban justificando la existencia de lo que se comprometieron quitar.
Los estrategas de los suspirantes pronto comenzarán con las patadas por debajo de la mesa, y con ello, iniciar su táctica de ablandamiento; ya se les queman las habas por moverse y empezar de lleno su camino de supervivencia en el presupuesto, patearán traseros de aquellos que le pueden hacer sombra al candidato que los sostiene en la fotografía.
Con esas clásicas acciones de la política chicharronera, se nos olvida que los daños colaterales son sumamente costosos; pues esa golpeadora forma de hacer política sólo genera la existencia de una sociedad dividida, misma que posteriormente será excelente banquete para la anarquía, pues las muchedumbres divididas son maleables a los intereses fácticos, pero no sociales.
Los efectos se acentúan sobre todo cuando no se sabe perder, siempre se echará la culpa a las circunstancias en el mejor de los casos, o se dirá fueron objeto de las trampas de los contrarios en el peor de ellos; el caso es no asumir la responsabilidad en la derrota.
Esto último es el signo de nuestra época en la política, creemos ser los buenos de la película y que la única verdad válida es la nuestra, y cuando escuchamos posturas contrarias a la tesis que sustentamos, nos tornamos intolerantes a la oposición, echando por tierra su derecho a expresarse.
No cabe duda, el ganador se llevará todo, y a excepción del perdedor, nadie les discutirá el triunfo, pero también, nadie les reconocerá ni un céntimo de liderazgo cuando éste sea utilizado en detrimento de aquellos que los llevaron a la victoria.
Futuros candidatos de cualquier Partido o Independiente puros o reciclados, no se vale prometer para ganar y después burlar la confianza de los que siguen siendo su soporte de legitimación, y, sobre todo, no olviden que solo los grandes líderes conocen el valor de los que piensan diferente a nosotros.
Desde luego todos queremos ganar, es obvio que a nadie le gusta perder, pero no destruyamos todo el camino que hemos avanzado; la peor manera de ejercer el poder también es la mejor manera de ir alejándose de ese triunfo que a todos nos gusta.
Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está.