La verdad omitida

HOMO POLITICUS

¿Vale la pena discutir sobre el bien común?, ¿es verdad que los partidos políticos representan a la ciudadanía?, ¿dejará de ser una pesadilla corrupción e impunidad?

 

 

La vida transcurre y los procesos electorales siguen edificándose a través de fantasías sociales en la búsqueda de un porvenir mejor, esto crea, de proceso a proceso, una especie de catarsis colectiva que en el vaivén de una ola política, genera esperanzas de corregir el rumbo.

 

La génesis de la maldad y sus herederos hoy se encarna en más de 60 millones de pobres, en un PIB que oscila entre el 1% y el 1.5%, en el peculado, en la desesperanza social. Mientras el país despliega un cuento de hadas para unos cuantos, donde una elite intocables vive a su antojo, con los apetitos del carnicero y corruptores de un nacionalismo perdido en los discursos y las parafernalias de la demagogia. Empero, el poder omnipotente de la clase política vuelve a la ciudadanía una ínsula de la necesidad, olvidándose y postergando sus oportunidades, enclaustrándola a condiciones residuales del desarrollo humano, o de lo que debería constituir el desarrollo humano.

 

¿No es acaso el más puro ejemplo de un acto circense lo que vemos en las campañas políticas y más allá de ellas?, aunado a ello, ahora se estila ofertar nada, solo imagen de candidatos y partidos al compás de música, que entre más pegajosa parece penetrar la mentes de aquellos que comulgan con estos festines insulsos. Por si fuera poco, los políticos no transparentan ni su patrimonio, ni sus tributaciones y mucho menos trayectoria, son sólo unos cuantos los que obedecen las disposiciones de la Ley General de Transparencia y Acceso a la Información Pública.

 

Nota: ¿Cuántos son los maestros y profesionales que se dedican a la docencia que se erigen en arquetipos de probidad y labor cumplida?

 

Existen verdades omitidas, cegadas por el peso aplastante de aquellos que se sirven de ignorancia, la pobreza y la desigualdad para oprimir y crear un tejido social desposeído, sin oportunidades que se convierten en tácitos esclavos de un sistema que tiene dueños, que al margen de la ley y utilizándola como un instrumento de clase han violentado, prácticamente, casi cualquier premisa donde los seres humanos puedan verse en igualdad de circunstancias, donde no medien los apetitos de mercado, donde la bondad no sea la extensión de la opresión de un credo y donde la verdad no sea omitida.

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