La Verdad

FAMILIA POLÍTICA

“Es preferible una dolorosa verdad
para encontrar la vida, que una
piadosa mentira para ocultar la muerte”.
PGH.

Desde los orígenes de la humanidad el hombre se debate, a veces sin saberlo, entre la opinión y la verdad. Recurre a la primera para ocultar los miedos que le produce la segunda. Así nacieron los dioses en cualquier cosmogonía; el afán de saber y la imposibilidad de lograrlo sin un método confiable y sin la preparación científica para aceptarlo, generan confusiones y aún conflictos que dejan el campo de la especulación teórica para trasladarse al ámbito de la dominación, del poder, del imperium…
    Cuando el brujo de la tribu se convirtió en sacerdote de una religión estructurada, se erigió como poderoso factor de gobernabilidad. Fácilmente podemos imaginar a un ser, supuestamente investido de poderes mágicos, dando órdenes al río Nilo de crecer para inundar su cuenca, y dar sustento a la poderosa civilización egipcia; pero la verdad subyace detrás del poder del hechicero: el conocimiento de los ciclos agrícolas, la capacidad científica de predecir en qué momento el río subiría, para envolver un fenómeno natural, en la túnica misteriosa de un mágico mandato.
    El ser humano, aún en la cúspide de su evolución biológica y cultural, sigue siendo esclavo de sus miedos; el peor de todos es el miedo al miedo. Así, prefiere crear divinas historias en las mitologías antiguas; cuentos de hadas medievales; románticas aventuras de anti héroes como El Jorobado de Notre Dame o el ladrón Jean Valjean, en las novelas de Víctor Hugo.
La época medieval es representativa de este fenómeno. Por un lado, la platónica actitud de los caballeros andantes que sacrificaban todo por su Dios, por su Rey y por su dama. Desde los heroicos lances de El Cid Campeador, ganando batallas después de muerto, hasta la divina locura del Ingenioso Hidalgo, Don Quijote de la Mancha y su creación de la mujer ideal, en la rústica presencia de Aldonza Lorenzo, hermosa mentira para representar una utopía: Dulcinea del Toboso. Por eso, hasta los herederos de aquellas singulares hazañas, nos llegan los versos de León Felipe: “Por la manchega llanura se vuelve a ver la figura de Don Quijote pasar…”
En ese mismo mundo, todavía infunden pavor eterno las siniestras capuchas que ocultaban a los miembros de la Santa Inquisición quienes, instalados en su zona de confort: mentiras, crueldad, quema de brujas… pensaban eternizar el estado de cosas.
Pero la inmensa oscuridad que rodea al reino de la mentira, no soportó la pequeña flama de la verdad; ésta, cuando encuentra sustento en su circunstancia histórica, enciende, deslumbra, incendia, avasalla… no importa que el precio sea la hoguera y la frase póstuma: “Y sin embargo se mueve”, con la cual Galileo Galilei aceptaba su suerte y que prevaleciera la verdad, después de diez siglos de oscurantismo medieval. Así surgió la luz del Renacimiento.
El mundo, o buena parte de él, se sostiene a base de mentiras. Las llamadas cortinas de humo, son sombras que obstruyen la percepción de la opinión pública, para que no se despierte el tigre antes de tiempo.
El Maestro Goebbels dejó como paradigma la siguiente frase: “Una mentira que se repite mil veces, termina por ser verdad”.

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