“Dios salve al mundo
de sus salvadores”.
Plegaria popular.
Manuel Abad y Queipo, entonces Obispo de Michoacán, escribió en julio de 1811: “Sea condenado Miguel Hidalgo y Costilla, en donde quiera que esté, en la casa o en el campo, en el camino o en las veredas, en los bosques o en el agua. Que sea maldito en la vida y en la muerte, en el comer o en el beber; en el ayuno o en la sed, en el dormir, en la vigilia y andando, estando de pie o sentado; estando acostado o andando, mingiendo o ca…ando y en toda sangría. Que sea maldito en su pelo, que sea maldito en su cerebro, que sea maldito en la corona de su cabeza y en sus sienes; en su frente y en sus oídos, en sus cejas y en sus mejillas, en sus quijadas y en sus narices, en sus dientes anteriores y en sus molares, en sus labios y en su garganta, en sus hombros y en sus muñecas, en sus brazos, en sus manos y en sus dedos… Que el hijo del Dios viviente, con toda la gloria de su majestad, lo maldiga. Y que el cielo, con todos los poderes que en él se mueven, se levanten (sic) contra él… Que lo maldigan y condenen. ¡Amén! Así sea. ¡Amén!”
Con profunda preocupación, no exenta de laica indignación, en algunos, los mexicanos nos enteramos de las palabras que el Papa Francisco escribió recientemente en un documento privado, dirigido a su amigo, el Diputado Gustavo Vera ex compañero activista de la ONGLaAlameda: “Estamos a tiempo de evitar la mexicanización de Argentina”. Evidentemente, esto provocó la inmediata reacción de nuestro gobierno, por los cauces oficiales.
Después de la nota diplomática, enviada por la Cancillería, el Papa declaró que no era su intención estigmatizar a México, sino citar una realidad que le preocupa de este país y otros del continente. O sea, no pero sí. No estigmatizar, pero sí condenar. La misma actitud se advierte en el destinatario de la carta y en algunos miembros de la Curia mexicana, quienes, de hecho se adjudican la autoría de esta mundial intriga, al mismo tiempo que, sin decirlo, confirman la infalibilidad del Pontífice. Por otro lado se pretende dar relevancia a lo privado de la carta, sin considerar que un Jefe de Estado no puede decir en secreto lo que no sea capaz de sostener en público. En el mismo orden de ideas, si el Diputado Vera recibió la advertencia de privacidad y no cumplió, entonces es culpable de alta traición.
La historia política del clero mexicano es un auténtico catálogo de felonías, sofismas, engaños, ambiciones y baños de sangre, que, salvo honrosas excepciones como fueron durante la Colonia: Vasco de Quiroga, Bernardino de Sahagún, Bartolomé de las Casas…generan desconfianzas subyacentes en el tiempo; heridas con engañosas cicatrices que pueden abrirse aún después de los siglos.
En ese mismo clero se formó, “El Zorro”, Miguel Hidalgo y Costilla, adicto a la fiesta, a los libros de autores “prohibidos” en su tiempo, crítico feroz de quienes ocultan su hipocresía bajo los hábitos religiosos, como el protagonista de su obra teatral predilecta: “Tartufo”, de Moliere. Al definirse, Hidalgo, como cabeza del movimiento de Independencia, el Obispo Abad y Queipo dictó el decreto de su excomunión en los términos transcritos al inicio del presente artículo.El proceso degradatorio consistió en rasparle la piel de la cabeza, arrancarle las yemas de los pulgares e índices de sus manos, consagradas el día de su ordenación.
Juárez y sus brillantes colaboradores, sufrieron la llamada Guerra de los Tres Años o Guerra de Reforma, por afectar los privilegios patrimoniales de esta “Casta Sagrada”. Por desgracia, la desamortización de sus bienes, trajo consigo, las bases para la formación del latifundismo porfiriano, con sus grandes haciendas cuya prosperidad se nutría en las libertades negadas a los peones acasillados. Hay que recordar que en ese tiempo la iglesia era una auténtica institución de crédito, la cual logró acaparar un alto porcentaje de la propiedad rural.
Después de la Revolución, el movimiento cristero: maestras con los senos cercenados; profesores desorejados; vírgenes y santos fusilados, armas bendecidas y escapularios con la indignante, fanática, inscripción: “Detente, bala, el Sagrado Corazón de Jesús está conmigo”. Mudo testigo de estos acontecimientos es el gran monumento a Cristo Rey erigido en el Cerro Cubilete, Estado de Guanajuato.
Durante mucho tiempo las relaciones diplomáticas entre México y el Vaticano estuvieron suspendidas. Iglesias y curas perdieron su personalidad jurídica. La Constitución los limitaba pero el gobierno los toleraba de facto.
Aunque el Presidente Salinas de Gortari, restableció los vínculos oficiales. El “Movimiento Guerrillero” que se manifestó en enero de 1994, con el Subcomediante Marcos y su grupo de catequistas, es otra muestra del clero intrigante y manipulador, el cual sobrevive personificado en obispos, arzobispos y simples curitas de pueblo, bajo el amparo de la “Teología de la Liberación”.
Con estos antecedentes, aunque el expediente diplomático está cerrado, preocupan sus secuelas: la insolente provocación de quienes se dicen mexicanos pero condenan la posible “mexicanización” de otros países. Al respecto, el profundo y perverso Maestro e Ingeniero, Don Francisco Nahum Cruz Ángeles, también conocido como “El Confucio Chichimeca” me decía: “Es que ellos quieren la vaticanización de México”.