HOMO POLITICUS
Todo apunta que la aprobación de Ley General de Transparencia se vendrá a sumar a una pequeña lista de acciones que intentan evitar los claroscuros del Estado.
La necesaria Aprobación de la Ley General de Transparencia, cuyos radios de acción aún están por probarse una vez que su subcapítulo en las leyes secundarias quede escrito, ha despertado gran expectación de diversos grupos tanto políticos como de la sociedad civil, pero antes de ser aprobada ya existen mecanismos que pueden ser operados para el reclamo social y político; el IFAI, es un engranaje de esto.
Por lo pronto ante el huracán de pasiones que implica el proceso electoral en puerta, para variar un poco en los golpeteos, el ahora partido político Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), ya le solicitó a la unidad técnica de fiscalización del INE, auditar bancariamente el posible financiamiento ilegal del Partido Verde Ecologista de México (PVEM), cuestión que habrá de sumarse a una larga lista de desencuentros que estaremos por ver.
Si bien es cierto este tipo de cuestiones del financiamiento de los partidos no es cosa menor, el epicentro de lo que poco o nada se discute, es el hecho de que como nunca en la historia de las “campañas reales”, los partidos políticos atraviesan por uno de los momentos más delicados del que se tenga precedente. Es tal la miseria de la oferta política, que no calientan a nadie y las prácticas de prebendas, clientelares, de coacción labor y emocional, se están presentando de manera vertiginosa para acarrear y empujar a que los ciudadanos voten.
Esto no es nada nuevo, pero en estos momentos parece que por fin la propia erosión del sexenio se suma al desencuentro y desafección política; indudablemente, al no concretarse las promesas de la actual administración federal y los síntomas de descomposición del espectro económico, que por cierto, con los recortes presupuestarios en relación a la cuenta petrolera y, si le sumamos, el ascenso de la violencia en el país, esto arroja el saldo y hace presuponer que este proceso electoral se ha precipitado al fracaso antes de que los ciudadanos hayan sufragado.
De todo y nada. La clase política no encuentra como revertir este proceso de fantasmización de su credibilidad y legitimidad, no hace nada por cambiar la realidad armonizando el cumplimiento de la ley con sus acciones y mucho menos de cumplir el cacareado mandato ciudadano; esto es el epicentro de una realidad que tiene sumida en la miseria a la población, por lo que nadie espere vítores o campanas al vuelo cuando los comicios inicien formalmente. ¡He dicho!, y lo dije bien.