Home Nuestra Palabra Carlos Barra Moulaín La tragedia de la corrupción

La tragedia de la corrupción

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HOMO POLITICUS

Nadie parece advertir que los problemas del país transitan en una correlación estrecha con la corrupción, concepto acotado a la esfera pública pero que hoy se utiliza para aceptar cualquier realidad que desvirtúa el sentido de probidad.

 

El problema de la corrupción es directamente proporcionar al luto de los asesinados y caídos en el combate a la delincuencia organizada; es directamente proporcional al peculado, al abuso de autoridad, a la precaria calidad del sistema de salud  y de educación, es consustancial a la ineficiencia y burocratismo de la administración pública y a la crisis de representatividad de la partidocracia y, me atrevería a decir, que es la génesis de la crisis social que vivimos.

 

Ante esta realidad miserable, podrida y asquerosa, se aprobó la creación del Sistema Nacional Anticorrupción, cuyo carácter sistémico, habla de que la realidad ha sido sobrepasada y que la corrupción es un punto nodal y de tal magnitud, que se requiere afrontar como una anomia del orden sistémico, situación que diluye cualquier duda que señale que el país ha mejorado y se ha sacudido de los problemas de corrupción.

 

Pongámoslo claro, ¿para que se requiere en un país un Sistema Nacional Anticorrupción, allí donde la corrupción no es una constante de la realidad?, la respuesta es lógica señores, no se requiere. Esto perfila sin duda, el hecho de que la corrupción es en México un problema inmanejable, que ha desbordado cualquier lógica para tratarlo y que su gravedad advierte que no puede ser atendido de manera parcial, sino que se requiere de una estructura sistémica, es decir, el cáncer tiene invadido al cuerpo y presagia muerte.

 

Sí los males del país son sistémicos y se atienden de igual forma, quiere decir que no se encuentran focalizados sino diseminados, que no es lo mismo, nos encontramos en torno a una pandemia que asemeja a una iglesia de pueblo, no tiene cura.

 

Se requiere, que la limpieza del sistema inicie desde la ética social y que genere controles en la esfera pública, nada indica que una medida de arriba hacia abajo haya funcionado hasta ahora en esta materia; es cierto que la Ley General de Transparencia ha sido un logro ciudadano, pero el horizonte aún está lejano para que las ratas abandonen el barco.