Home Nuestra Palabra Blanca Vargas Martínez La romántica violencia

La romántica violencia

0
La romántica violencia

Por el derecho a existir

Cuando era niña, había un poema que se recitaba de manera continua y decía algo así: “Hoy no es mi cumpleaños, pero me regalaron flores”. Era un poco la explicación del dominio a través del amor romántico en las relaciones de pareja, pero si lo pensamos más a fondo y fuera del esquema amoroso también puede ser la forma de mantener y preservar el control.

El tema es que no siempre son flores y no siempre el agresor es la pareja, también suele pasar en el trabajo, en los clubs sociales, con las amistades, con la familia. El feminismo ha permitido que muchas mujeres, entre ellas yo, podamos identificar formas diversas de violencia, brinda herramientas de reconocimiento para poder poner un alto o por lo menos para evitar reproducirlas.

Poner un alto, suena bien; pero es complicadísimo, imbrica una serie de actos y valentías, la valoración costo beneficio sobre el silencio o la voz, este análisis puede generar la diferencia. Devolver la incomodidad a la persona agresora es una tarea super compleja, porque a las mujeres nos han educado a través de las culpas y las cargas sobre humanas que debemos realizar. Pa’ pronto el sacrificio está instalado en el lenguaje de muchas de nuestras madres y poco a poco se va desdibujando de la realidad de las nuevas generaciones.

La culpa es un motor increíble para el ejercicio de poder, dominación y control, a través de la culpa, el chantaje y la manipulación se preservan las relaciones desiguales, entre pares y peor aún cuando existe subordinación.

Hace pocos días en una comunidad, las participantes señalaban que la descomposición de la sociedad se debía en mucho a que las mujeres ya no tenían tiempo para la crianza, porque ahora les interesaba más trabajar. Esas frases se repetían una y otra vez, entre interlocutoras había un consenso general, que castigaba simbólicamente la participación de las otras en la vida laboral.

Nadie cuestionó la ausencia de los hombres en los trabajos de cuidados, nadie cuestionó que las mujeres tuvieran dobles y triples jornadas de trabajo para sostener a las y los hijos por padres que abandonan. La sentencia ya estaba hecha y dicha, las mujeres son responsables absolutas de la fragmentación social, porque descuidan. Sin embargo, las cosas no son así de lineales.

Hay violencias estructurales, como la pobreza, el capitalismo, el machismo, la inflación, las malas políticas públicas y toda una serie de factores que son caldo de cultivo para la delincuencia, las drogas y otros males sociales, de las que debería hacerse cargo el Estado, pero es más fácil recargar la culpa en las mujeres, condenarlas por hacer lo que deberían, por no aguantar lo que aguantaban. Es momento de comenzar a devolver la incomodidad a quien corresponde y decirle adiós a la romántica violencia.