La retórica  del presidente y la realidad esbozada por su secretario de Hacienda

La contradicción en el discurso del presidente con la realidad que describe su secretario de Hacienda. Aun cuando el entorno internacional no es el mejor aliado de la economía mexicana y de las reformas aprobadas por el gobierno a iniciativa del ejecutivo, menos aún para lograr tasas de crecimiento superiores al 5% y crear los millones de empleos que demanda el boom poblacional que vive el país, el presidente Enrique Peña Nieto insiste en hablar de los beneficios de las reformas en su reciente visita a Monterrey, mientras su secretario de Hacienda, el Dr. Videgaray, pide a los mexicanos “amarrarse los cinturones” frente a una posible agudización de la crisis que actualmente vive la economía capitalista del planeta, una vez que la Reserva Federal de los Estados Unidos (FED) aumente sus tasas de interés.

 

Aun así, el gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, trata de calmar los ánimos señalando que la economía mexicana está blindada para resistir los embates de una posible agudización de la crisis actual. Señalando que las reservas internacionales históricas pueden soportar cualquier presión sobre el peso, una moneda  nacional que desde hace años se mantiene sobrevaluada restando competitividad a las exportaciones mexicanas al encarecerlas.

La flotación sucia del peso, con las intervenciones del Banco de México en el mercado de divisas vendiendo dólares para evitar la devaluación del peso, sólo han contribuido a vender la idea a los ciudadanos de contar con una moneda fuerte. Pese a ello, entre el martes y el miércoles el peso superaba los 15.75 pesos a la venta y se compraba a un mínimo de 14.65 pesos en la Ciudad de México, cuando en realidad, sin las subastas de dólares  del Banco de México, el peso debería venderse ahora en más de 17 pesos por dólar. Lo anterior representa realmente el nivel de productividad y competitividad de la economía nacional, una realidad que quiere ocultarse con un discurso elaborado sobre la realidad de las calles de Wall Street, pero no de un país donde la violencia continúa siendo la divisa diaria y la principal causa que ahuyenta a los inversionistas.

Por otro lado, el discurso sobre el beneficio de las reformas, en particular de la reforma energética, de lo cual volvió a hablar el presidente en Nuevo León, sigue considerando que la mayoría de los ciudadanos somos incapaces de cuantificar en cuanto han subido las tarifas eléctricas desde finales de 2012 a la fecha, de no percatarnos que en promedio, la básica, la intermedia y la excedentaria, se incrementaron en un 21%, en promedio, por lo que una reducción del 2% no significa nada respecto a su incremento en estos años del actual gobierno. Mientras que, de manera inexplicable por los trabajadores de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), los cobros del consumo de electricidad a los hogares son excesivos y no se ajustan al consumo real de las familias.

Nos dirigimos hacia unas elecciones intermedias donde el México del discurso puede estrellarse y desmoronarse frente al muro de la realidad. Frente al muro del enojo y descontento de los ciudadanos, del desencanto de millones de mexicanos que no encontraron respuesta a sus expectativas en los dos sexenios de gobiernos del PAN y que ahora, pese a lo que tratan de inculcar a los ciudadanos los promocionales, en el gobierno del PRI sólo han encontrado frustración; una frustración que va en aumento al ver su realidad y compararla con el discurso político de quienes ostentan el poder.

No son las amas de casa, ni los trabajadores de la industria manufacturera, ni los trabajadores de los servicios, ni los más de 30 millones de hombres y mujeres que trabajan en la economía informal, el mercado negro del empleo, ni los más de 7 millones de jóvenes que no trabajan ni estudian hoy y ven el crimen organizado una opción de vida, no, son miles de empresarios que en sus reuniones expresan ese sentimiento de frustración. Sería mejor gobernar sobre la realidad de lo que tenemos como país que seguir insistiendo en un discurso gastado, provocando el desgano y el hartazgo de  millones de mexicanos que no se sienten representados en el gobierno federal.

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