La colonización del Lejano Oriente y la costa del Pacífico es uno de los grandes problemas estratégicos de Rusia desde la segunda mitad del siglo XIX cuando el imperio zarista se expandió por estos vastos espacios donde hoy la densidad poblacional no llega a un habitante por kilómetro cuadrado.
Dersú, una aldea de cabañas de madera cubiertas de nieve, ha sido el principal destino de los inmigrantes de origen ruso procedentes de Latinoamérica, que se han acogido a los planes de Moscú para la colonización del Lejano Oriente.
En Dersú viven 74 Viejos Creyentes o miembros de la comunidad cristiana perseguida por oponerse a la reforma litúrgica del patriarca ortodoxo Nikon en el siglo XVII.
Los raskolniki, como se les conoce, se dispersaron por la periferia de Rusia y en parte se exiliaron. Los que ahora vienen a Rusia, en su mayoría, completan un periplo alrededor del mundo que se inició en China, donde se refugiaron de la revolución bolchevique y la guerra civil, y siguió en los años sesenta en Uruguay, Brasil y Bolivia cuando las relaciones entre Moscú y Pekín se deterioraron.
Ulián Murashov, de 53 años, es el jefe de la comunidad de Viejos Creyentes de Dersú y, junto con su esposa Ksenia y sus 12 hijos, llegó a esta localidad en 2012 en busca de un lugar más apto para la agricultura y la ganadería que los pisos de la guarnición militar en la frontera con China, donde las autoridades les alojaron durante un año tras su llegada desde Bolivia.
En China, los Murashov cultivaban decenas de hectáreas en la provincia del Obispo Santistevan, en el departamento de Santa Cruz. Antes de emprender el viaje a Rusia, la patria de sus antepasados, vendieron todo lo que tenían.
Sus actividades en Rusia son las mismas que desempeñaban en Bolivia, con la diferencia de que el clima en esta región rusa solo permite una cosecha anual.
Los Murashov y los parientes que les han acompañado a Dersú disponen de casi 2 mil 200 hectáreas de tierras, entre adquiridas y arrendadas. La familia tiene 100 cabezas de ganado y vende productos lácteos y pan una vez a la semana en el mercado de Roschino, a 36 kilómetros de su aldea.