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La recompensa

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La recompensa

RELATOS DE VIDA

No dejaba de ver su celular, esperaba que se le cumpliera un milagro y que el móvil sonara mientras navegaba por internet, principalmente en redes sociales, para encontrar alguna noticia.

La noche anterior había salido, como era su costumbre, a recorrer las veredas formadas en el cerro en donde se resguarda una formación rocosa icónica en la ciudad, lo hacía como ejercicio y como terapia.

Con tan solo la luz de la luna, pedaleaba en pendientes de terracería y esquivaba obstáculos propios de la naturaleza, por un lapso de dos horas, hasta completar la ruta diseñada.

Esta vez terminó antes de tiempo, pues en esta ocasión solo iba a probar la bicicleta, luego de las reparaciones realizadas; ya en camino de regreso hacia su hogar, con la unidad de dos ruedas montada en un dispositivo instalado en la parte trasera del carro y unos minutos después de haber emprendido el viaje, se percató que la bici había desaparecido.

Regresó por el camino que ya había transitado, esperando encontrar la bici, pero no había rastros de ella.

Al llegar a casa, subió a redes sociales la fotografía de la unidad, solicitando la ayuda para encontrarla, publicó la descripción del lugar donde pudo haberse caído, y también ofreció una recompensa para quien la regresara; desde ese momento, no se separó del celular, esperando ese milagro.

Al siguiente día, la esperada llamada llegó, avisando que habían encontrado la bicicleta, que estaba bajo su resguardo y que les gustaría recibir la recompensa, por lo que acordaron un lugar para realizar el intercambio.

Una vez en el lugar, ambas partes hicieron el trueque, sin embargo la persona que realizó el hallazgo no estuvo conforme con el dinero por regresarla, asegurando que esa bicicleta valía más de 20 mil pesos, y lo que le estaba dando era una miseria.

El dueño de la bicicleta le respondió contándole la historia de la bicicleta, todo el esfuerzo que le costó comprarla y cuánto tiempo ya tenía con ella; además de las múltiples reparaciones y el mantenimiento que le ha tenido que realizar; y que el monto de la recompensa era lo único con lo que contaba, pero aún así no dejó de expresar la molestia.

En ese ataque de descontento, comenzó a gritar que la bicicleta era suya y que se la querían robar, y comenzaron los jaloneos; al lapso de 20 minutos, llegaron los policías a calmar la situación.

Fue necesario que el dueño mostrara fotografías donde se encontraba con su bicicleta, además de llamar a compañeros ciclistas, para que verificaran la propiedad de la unidad, al final, el quejoso se quedó sin bicicleta y sin recompensa.