La realidad perdida…

La realidad perdida…

Pido la palabra

La realidad me arrastra, y por más que trato de ver un panorama halagador, me es sumamente difícil pintar a mi mundo de color de rosa; no puedo ser objetivo cuando el horizonte se torna de un gris que huele a tiempos de tristeza y de frustraciones.

La “televisión” nos dice que estamos muy bien, que estamos en el camino adecuado, que nuestros legisladores han hecho lo correcto y que están trabajando para México, entonces, ¿Por qué me invade este sentimiento de inseguridad, de incertidumbre sostenida?; ya son muchos años recorridos y huelo que las cosas no andan lo bien que las cifras oficiales parecen indicarnos, luego entonces, ¿la televisión no estará cumpliendo su cometido de obnubilar razones, o las razones son más fuertes que el mundo rosa de las telenovelas?.

Cada vez veo más lejos la luz al final del túnel, de hecho, esa luz parece que se está haciendo cada vez más opaca, llevándonos a una obscuridad que a muchos produce miedo, y que logra que haya quien empecemos a lanzar palos de ciego para salvar el poco honor que nos queda.

Confiar, hoy día me resulta complejo, pues los resultados optimistas no los veo por ninguna parte, es más, parece ser que los efectos esperados se empiezan a dar a la inversa, y sí, me refiero a los resultados que a estas alturas ya deberían haberse manifestado con algunas reformas estructurales y que, desde la perspectiva que me otorga mi recorrer por los tianguis, los mercados y barrios en donde habita la gente más vulnerable de México, veo que dichas reformas no tienen la menor intención de ver hacia abajo.

Por ejemplo, la reforma laboral, esa que los diputados en turno nos vendieron como la fuente de miles de empleos por el solo de hecho de su promulgación, no ha dado ninguna esperanza a aquellos que siguen partiéndose el alma en la informalidad, vendiendo lo indecible con tal de sobrevivir; trabajadores informales que en periodos no electorales son considerados como una plaga, pero clientelas cuando las campañas políticas se acercan; pero de empleos formales, nada.

Hoy es motivo de terror para los comerciantes en pequeño el darse cuenta que sus condiciones de subsistencia se han vuelto más precarias, pues se enfrentan a una realidad muy distinta de la que se les pintó en el contexto oficial.

Ahorcados por todos lados, desde la renta del local que tienen que pagar, pues ahora con el pretexto de que el arrendador debe entregarles factura, el impuesto generado les será cargado al costo del arrendamiento, con la consecuente baja en sus ingresos ya de por sí mermados por esta crisis hoy agudizada.

Los comerciantes se están asfixiando, la población se está asfixiando, y no duden que en poco tiempo muchos comerciantes se vean obligados a cerrar sus establecimientos. Imaginemos el panorama, negocios quebrados e insolventes, trabajadores sin empleo formal, cadenas comerciales que al no tener competencia podrán incrementar sus precios.

Por ello ahora también dudo de la bondad de la reforma energética o eléctrica que nos la están vendiendo como la panacea del éxito.

Nuestra vida sigue prácticamente igual, sin avanzar, sin ningún cambio que mitigue la amargura de los que no tenemos nada y que por ello nos alimentamos de circo; los golazos por la nutrición bien que nos han nutrido virtualmente, pero nos ha adormecido materialmente; unos, danzando por un sueño, otros, peleando por un hueso, mientras que la mayoría de la población sufriendo los estragos de decisiones insensibles.

Una mirada objetiva a la realidad social nos llevará a esa dimensión en donde las madres de familia estiran lo que de suyo ya no puede estirarse; el escaso dinero producto del trabajo “decente” como ahora lo maneja la ley, de poco le alcanza; la decencia también debería reflejarse en el salario.

Los reacomodos en los precios de algunos productos, como el gas doméstico, las gasolinas, los limones, y muchos etcéteras que cada día cuestan más caros, están provocando que ni siquiera la captura del delincuente de moda evite esa luz de desagrado en la mirada de los ciudadanos; mirada que ya se está convirtiendo en una imagen cotidiana que empieza a dar miedo.

Sé que a los políticos les importa prácticamente nada lo que piense y diga la gente, y se están olvidando que juraron servir a todos los mexicanos y no solo a un sector privilegiado de esa población, pero no olviden que tarde o temprano no solo la historia los juzgará, su pasado siempre lo traerán arrastrando.

Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está

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