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La provocación de la libertada

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HOMO POLITICUS

 

Libertad e igualdad parecen edificar dentro de las categorías de la democracia un gran dilema, su inusitado uso en el léxico de los demócratas crispa los nervios y suele confundirse a través de la demagogia de sus actos.

Empero, libertad e igualdad son términos políticamente correctos, ¿a quién no le gusta que los mencionen?, por el contrario, cualquiera se enjuaga la boca con ellos y no resultan con ninguna alergia o escozor.

El problema es que en términos de usos ciudadano, libertad e igualdad son en realidad sendas fronteras.

Libertad e igualdad coexisten en la prescripción de los derechos políticos de los sujetos sociales; empero la libertad asegura el ejercicio de y a igualdad, la uniformidad de derechos de ese ejercicio. En tal caso cuando todos somos libres frente a la ley e iguales frente a ella, el ejercicio de los derechos se convierte en una arteria congestionada, en donde cualquiera puede chocar y causar el colapso, este es uno de los demonios del Estado de Derecho.

¿Quién no ha escuchado la frase lapidaria: tus derechos terminan hasta donde comienzan los míos?, esto advierte una frontera y una amenaza, amenaza que frecuentemente termina en grandes desencuentros sociales.

La democracia como bien advirtió Churchill, no es la mejor forma de gobierno y, lo dijo, no porque le gustara la monarquía, sino porque ante tanta miel, se debe tener en cuenta que siempre se invitan las moscas, evitando, que todos tengan la misma oportunidad de probar la miel.