La primera médica cirujana en México

Mochilazo en el tiempo
En 1887, Matilde Petra Montoya Lafragua se tituló como médica cirujana, luego de que Porfirio Díaz envió un decreto para que se le permitiera presentar su examen profesional

El día que le dieron el grado de médica-cirujana Matilde Petra Montoya Lafragua se desmayó. Quizá fue la emoción, quizá el cansancio del calvario que le costó llegar a cumplir el sueño que desde niña tuvo: dedicarse a la ciencia. Por eso, aquel 25 agosto de 1887 no sólo marcaría la fecha en la que Matilde se convertiría en la primera mujer mexicana en tener un título universitario como médica-cirujana; también abriría la posibilidad a que otras mujeres mexicanas pudieran estudiar Medicina, en una época en la que el estudio de esta ciencia era considerado exclusivo para los hombres.
El suplicio inició desde que Matilde nació, aquel 14 de marzo de 1859 en la Ciudad de México. Pues aunque era la tercera hija, fue educada como hija única en casa por su madre Soledad Lafragua, una joven poblana, a quien su esposo, José María Montoya le prohibía que saliera de hogar.
Matilde a los cuatro años ya sabía leer y escribir. Después, su padre aceptó costearle los estudios particulares, cuando Matilde no pudo inscribirse en la Escuela Primaria Superior —lo que equivale a la secundaria actual— por su corta edad: 11 años.
La intrépida Matilde, a los 13 años, presentó el examen para convertirse en maestra de primaria, y aunque aprobó sin mayor problema, su edad le impidió conseguir el puesto.
Tras la muerte de su padre, Matilde se inscribió en la carrera de Obstetricia y Partera, que dependía de la Escuela Nacional de Medicina, pero por falta de recursos tuvo que dejarla. Por eso se inscribió en la escuela de Parteras y Obstetras de la Casa de Maternidad, un lugar que era conocido por sus “partos ocultos” porque atendía a madres solteras.
Con tan sólo 16 años, Montoya obtuvo el título de Partera y de inmediato comenzó a trabajar como auxiliar de cirugía: quería acrecentar sus conocimientos de Anatomía, pues en sus estudios de Obstetricia sólo había aprendido lo relativo al aparato reproductor femenino. Además en escuelas particulares para mujeres concluyó sus estudios de bachillerato.
Al cumplir 18 años se mudó a Puebla, donde con rapidez se hizo de clientela y enemigos que la calificaban de ser una “mujer poco confiable”, masona y protestante. Por lo que, Matilde tuvo que viajar una temporada a Veracruz, pero al regresar a Puebla, aunque ingresó a la Escuela de Medicina del estado para acreditar las materias de Química, Física, Zoología y Botánica, los ataques continuaron con titulares en la prensa local como: “Impúdica y peligrosa mujer pretende convertirse en médica”.
Matilde decidió regresar a la Ciudad de México. Y volvió a solicitar su inscripción en la Escuela Nacional de Medicina. Esta vez fue aceptada.
Casi al final del primer año de estudios, algunos docentes y alumnos solicitaron la revisión de su expediente para verificar la validez de las materias del bachillerato. La joven fue dada de baja. No obstante, ella solicitó a las autoridades que si no era posible su revalidación, le permitieran cursarlas en San Ildefonso. Su solicitud fue rechazada ya que esto era permitido sólo para “alumnos”, no en femenino. Matilde entonces escribió una carta al entonces presidente Porfirio Díaz, quien dio la orden para que se le dieran las facilidades a Montoya y cursara las materias en conflicto.
Tras completar sus estudios con buenas notas y preparar su tesis, Matilde solicitó su examen profesional. Le fue negada la prueba por ser mujer. Otra vez dirigió un escrito al presidente Díaz, quien decidió enviar una solicitud a la Cámara de Diputados para que se actualizarán los estatutos de la Escuela Nacional de Medicina y pudieran graduarse mujeres médicas. Como la Cámara no estaba en sesiones, el presidente Díaz emitió un decreto para que se realizara el examen teórico y práctico ante un jurado académico el 24 y 25 de agosto de 1887. Le fue asignado el jurado más exigente y riguroso. El mismo Porfirio Díaz, junto con su esposa, asistió.
Matilde fue aprobada por unanimidad al responder correctamente a todo. Al recibir el fallo de los sinodales, pálida como un cadáver, Montoya cayó al suelo privada de sentido. De inmediato fue atendida por sus compañeros médicos, que la reanimaron.
Matilde Montoya murió el 26 de enero de 1938 a los 79 años. Después, la primera mujer en ingresar a la Academia Nacional de Medicina en México fue la doctora Rosario Barroso Moguel en 1957. La segunda fue aceptada hasta 1965, la doctora Julieta Calderón de Laguna y para 1973 se incorporó la tercera, la doctora María de la Soledad Córdova Caballero. Según datos de la Secretaría de Educación Pública (SEP), a nivel nacional en el Ciclo Escolar 2015-2016, el total de egresados en carreras de medicina ascendió a 18 mil 790 personas, de las cuales 9 mil 759 fueron mujeres.

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