Home Nuestra Palabra Carlos Barra Moulaín La paz mundial, una monserga

La paz mundial, una monserga

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HOMO POLITICUS

Al término de la Segunda Guerra Mundial algo quedó claro, el poder atómico había cambiado la correlación de fuerzas y la amenaza de la extinción de la raza humana, se convirtió en el epicentro de la preocupación de hombres y de algunos gobiernos que comprendieron que “Dios no juega a los dados”.

 

El siglo XX era en presagio del progreso, aun ante el fracaso del positivismo, pero con la ilusión de que la ciencia aplicada y unida a la industria no sólo crearía objetos útiles, sino también, porque generaría empleo, productividad y estabilidad económica, que lo ocurrido en la crisis de 1929 era sólo un traspié, no la constante de un mundo que se reconstruía ante los horrores de la guerra.

Pero pronto los apetitos de las grandes potencias mostraron la verdadera cara del capitalismo, la guerra y la producción de armas era un negocio mucho más lucrativo que hablar de la paz mundial, por ello, las potencias crearon conflictos participando directa o directamente, Vietnam fue uno de ellos, donde se vulneró a la humanidad y se cometieron crímenes en contra de ella, mientras occidentes preservaba su estilo de vida, esa vida del consumo que lo confunde y esconde todo.

En su mayoría, los países africanos morían de hambre y las imágenes de niños famélicos aparecían en la revista “Time”; América Latina, especio de pueblos jóvenes era la esperanza del planeta, pero se fue por tierra, al igual que los países africanos se convirtió en el patio de las inmundicias y donde la pobreza se erigió en cara de niño, campesino y entristeció a la pampa que a la cordillera.

Las grandes luchas obreras de finales del siglo XIX y sin duda del siglo XX, mostraron que el Estado protegía abiertamente intereses, el Luddismo y el Cartismo, dejaron en claro que no se puede dialogar frente al empresario ni al Estado, que las conquistas sociales se fraguan a sangre y fuego, que la razón es utilidad monetaria y que el mercado como fantasma es la reminiscencia de Ebenezer Scrooge, pero sin posibilidad de conversión a la bondad.

Seguimos hablando de la paz mundial, de la igualdad, de terminar con la pobreza y la miseria, de construir un mundo mejor, mientras la verdad, nos rebela que más de 6000 mil millones de personas viven en la pobreza, que 80 hombres controlan la mitad de la riqueza del planeta, que los pueblos pobres nunca tendrán esperanza de ser países del primer mundo, porque el control político, bélico y la explotación de los intercambios desiguales de mercado, los enclaustrarán a la miseria eterna.

Los discursos por la paz son caminos vacíos, aceptemos, el orden civilizatorio escribió en piedra la desigualdad mucho antes de probar que la razón y la inteligencia sólo se usan para construir armonía y paz entre los hombres.