La orfandad de la imaginación política

HOMO POLITICUS

La orfandad de la imaginación política en un pueblo es uno de los riesgos más grandes y graves en el que se puede incurrir; cuando una sociedad no puede crear formas de organización social para demandar que un gobierno cumpla su labor, muchas cosas se han perdido y muchas quedan al descubierto.

 

Parece que tocamos fondo sin que nadie lo advierta, o bien, los que se percatan desde la sociedad civil no tienen ni la creatividad y mucho menos la fuerza orgánica para impedir que el país se diluya ante las inconsistencias del ejercicio de gobierno.

            La orfandad de la imaginación política en un pueblo es uno de los riesgos más grandes y graves en el que se puede incurrir; cuando una sociedad no puede crear formas de organización social para demandar que un gobierno cumpla su labor, muchas cosas se han perdido y muchas quedan al descubierto.

            México se diluye, se apaga, languidece ante la corrupción y la impunidad; no es ya una tierra para todos, un grupúsculo de élite lo ha secuestrado y explota ampliamente a su pueblo, le impide incluso, aspirar a oportunidades sociales y le niega el respeto que merece. Pero esta es sólo una cara de la maldad, en la otra, se encuentran las amenazas externas de aquellos que ven en la vulnerabilidad de la clase política el mayor festín al que se puede acceder, ya que una clase política miope, da lugar a la fragilidad de la soberanía, empuja al pueblo a la explotación de mano ajena y lo reduce a autómatas presos de las cadenas productivas extranjeras.

            Sin visión alguna, la clase política da palos de ciego, no propone ni crea soluciones para los que menos tiene, se sirve de un poder omnímodo, no genera bienestar social y no conduce al país.

            Pero, esto no es culpa de la clase política sino de la ciudadanía, que ante la orfandad de su imaginación política ha llegado a arrodillarse y rendirse ante la élite del poder que se sirve de esta indolencia ciudadana, que como amiba encuentra como parasitar al tejido social y se vomita y defeca en él, sin que la sociedad haga nada para detener esta infamia de la cual es un tácito cómplice.

            ¿Hasta dónde vamos a llegar?, sin duda moriremos en el desierto mientras los buitres nos devoran, sin duda escribiremos nuestro epitafio en una boleta electoral de un voto sin conciencia social alguna, que habrá de seguir empoderando a las amibas por los siglos de los siglos, amén.

 

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