
PEDAZOS DE VIDA
Nunca antes había contemplado tanto un color como este, sabía de antemano que el rojo, amarillo y el azul son los colores primarios de los cuales se generan otros como el morado, el naranja y el verde.
Que el verde en la Bandera Nacional representaba la esperanza, el blanco la paz y la nieve de sus volcanes, mientras que el rojo “la sangre que derramaron nuestros héroes”, los colores tienen su significado, tienen su porqué, pero pocas veces nos detenemos a descifrarlos.
Así, el verde olivo tiene una historia propia, una que nace y se pierde entre la sangre del combate, en la huída entre los matorrales.
Tiene un nombre que surge en la historia del triunfo, en el augurio de los oráculos y de las túnicas griegas, entre aceites que le hacen bien al corazón y aceitunas que se comen al por mayor. Coronas de verde olivo en las cabezas de los triunfadores en Olimpia.
El verde olivo, color de los uniformes militares para el combate en tierra, ideal para que el hombre se convierta en uno con el espesor de la naturaleza, el color que se mancha con la sangre que da patria y que es bandera en la búsqueda de la libertad.
Está es quizá, la interpretación más sublime de un color que surge de la gloria de un imperio de esplendor y que se conserva en las filas de la historia al sonido del redoble del tambor.
La naturaleza, el verde de los campos llenos de vida y en peligro latente cuando se llega al verde olivo.
Así se matizan los paisajes de los grandes pintores, con verde hoja, verde agua, verde olivo, y tantas tonalidades más que surgen de la combinación del azul y amarillo, con las que se logra aparentar la vida en un lienzo muerto.
El verde es vida, pero el verde olivo es supervivencia, es seguir viviendo cerca de la muerte, del otoño, de lo que consume a la sociedad, es estar de pie con el pigmento que no llega a ser café para desprenderse de las ramas de los árboles.
“Una mujer, caminará por las calles de una ciudad que a diario sueña diferente, entre ideales sólidos y acciones congruentes, siempre rodeada de gente interesante y extraordinaria, ya que dentro de ella no cabe la persona que sea común, la que sea igual y nada más”.
“Su sendero estará rodeado de chacales, serpientes, alacranes y alimañas que aunque no se atreven a atacar, nunca dejarán de acecharla.
Nacerá con un corazón tan noble que parecerá terciopelo, custodiado de una armadura de hierro que siempre lo mantendrá firme, con muros familiares que nadie logrará atravesar”.
“Esa mujer será ocurrente, traviesa, pero sobre todo irreverente ante la injusticia social, creerá en un Dios sencillo, nacido pobre y sin opulencia, en la libertad y en la esencia del ser humano”, así lo dijo aquella voz que algunos llaman “el destino”, cuando un 17 de junio de un año inolvidable, para la familia de Tecoaco, nació Teresa Samperio León: “La Mujer del Verde Olivo”.