La mota para curar los males de guerra

HOMO POLITICUS

No es un secreto, todos sabemos que la marihuana proliferó en el ejército norteamericano en la guerra de Vietnam. Conocemos que ante la desolación y los excesos de los soldados gringos, la marihuana los calmaba y los dejaba prestos para la batalla, por lo que se permitió su consumo; consumo que por cierto en esos años proliferaba en Estados Unidos y en el mundo.

Pero Vietnam no ha sido la única infausta incursión del gobierno de Washington, por lo que con el tiempo los soldados norteamericanos siguieron recibiendo suministro de drogas para calmar desde su nostalgia hasta para darse valor a la hora de pelear.

Lo que también sabemos, es que después de las incursiones armadas, gran parte del contingente que vio “acción” en diferentes campos de batalla, recordemos Irak, fue tratado con sustancias permitidas y no permitidas para aliviar trastornos no sólo físicos, sino también mentales. La verdad de esta condición miserable, es que el gobierno de Washington siempre ha sabido y estimulado el uso de estas sustancias, que resultaron eficientes para contener, calmar e incluso aliviar las dolencias y perturbaciones físicas y mentales de sus soldados y ex soldados o veteranos de guerra.

Un veterano conocido de nombre Jonathan Lubecky, ahora es tratado con “éxtasis”, droga ilegal pero que es usada en sus psicoterapias para calmarlo y evitar sus constantes intentos de suicidio; cuestión, que nuevamente abre el debate del “cuando si y cuando no” de las drogas.

El salto gigante del consumo lo está dando la despenalización en varios países de la marihuana, por lo que nos encontramos dando un salto cualitativo en la historia de la humanidad hacia las “sustancias legalmente prohibidas”, para pasar a su consumo.

Es evidente que los análisis científicos deben profundizar los estudios sobre las drogas que se han desarrollado. La marihuana por décadas fue satanizada y hoy encuentra nuevos diálogos hacia sus usos, lo mismo ha sucedido con cocaína, cuestión por la que se debe seguir explorando sobre los posibles beneficios a la salud y equilibrio social.

Con la herbolaria ha sucedido algo similar, por lo que antes de satanizar o condenar, primero hay que tener evidencias claras de los límites y alcances del uso de las sustancias que hoy llamamos “prohibidas”.

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