Con una expectativa repleta de matices, Manny Pacquiao (58-6-2 con 38 KO) regresa a la acción hoy para enfrentar al campeón welter de la OMB, Jessie Vargas (27-1 con 10 KOs), en el Thomas & Mack Center de Las Vegas, Nevada. Muchas cosas dependen de este combate, algo que ha logrado aumentar el interés en la misma. El filipino había anunciado en abril que se retiraba del boxeo profesional, pero decidió regresar siete meses después. Las razones para ello son un misterio. ¿Posibilidad de buenas bolsas ante la falta de otras figuras taquilleras? ¿Deudas contraídas? ¿Necesidad de mantener la exposición pública para sostener el futuro de su proyecto político en Filipinas? ¿Ambición de más gloria? Todo o nada puede ser, pero las incógnitas sabido es que siempre le otorgan crédito al interés popular.
Pero hay otras cosas que se suman al interés por ver al PacMan en acción nuevamente. El panorama actual de la división welter necesita de revulsivos que la hagan recuperar el interés. Hay buenas figuras, pero no hay peleas entre buenas figuras. El soporífero 2016 de los welters recibirá una enorme dosis de oxígeno para cambiar la pisada en el 2017. Si Manny gana, será un potencial rival de otros monarcas que suben o que ya reinan en las 147 libras. Si gana Jessie Vargas, la misma ecuación ampliada.
Pero también hay deudas con la fanaticada que a Pacquiao le restan por pagar. Aquel triste fiasco de su millonaria “pelea del siglo” contra Floyd Mayweather, lo tuvo como el mayor villano y ese capítulo no ha cerrado aún. Y hay deudas que los campeones solamente las pagan en el ring, un motivo adicional para que Manny trate de ser el de sus mejores tiempos. La pregunta, no obstante, es si lo conseguirá ante Jessie Vargas. Algo que merece ser analizado.
La experiencia, la velocidad, el volumen de golpeo. Son tres factores inevitables a la hora de sumar las razones por las cuales consideramos al filipino como el favorito para vencer en esta batalla. Sin embargo, también es necesario otorgar el beneficio de la duda a cualquier certeza. El PacMan que subirá al ring este sábado es un aburguesado senador filipino, con demasiadas ocupaciones fuera del cuadrilátero, que desde 2009 no consigue noquear a ningún rival, que parece haber perdido la velocidad de antes, que arriesga menos y que luce demasiado precavido por no decir temeroso de los golpes de poder enemigos. O sea, es otro Manny.
A ese Manny lo enfrentará un rival diez años más joven, al que le ha llegado la oportunidad de brillar en el escenario de los sueños y ante una figura legendaria. Nadie dude que tendrá una mayor motivación a la hora de imponer su personalidad en el ring. Porque de eso se trata esta batalla: una lucha donde aquél que imponga su personalidad tendrá el cincuenta por ciento de la victoria garantizada. Y esa certeza nace de una sola previsión: esta pelea debería llegar a la distancia.
Manny Pacquiao no noquea desde el año 2009 y Jessie Vargas luce en su récord un humilde 36% de sus peleas finalizadas por la vía rápida. A la poca dinamita en los puños, sumemos la presencia de dos rivales que en la teoría previa tienen buena asimilación, especialmente el campeón Vargas. Ese factor permite imaginar un escenario donde predomine la posibilidad de un final donde las tarjetas de los jueces decidan el ganador. Y si esa es la primera opción, el plan de pelea será fundamental.