La lógica en la vida

FAMILIA POLÍTICA

¿El vaso está medio lleno, o medio vacío?
Controversia popular.

La figura de Aristóteles está presente en el acervo cultural de la mayoría de las personas, por rudimentario que éste sea. Claro que, difícilmente, alguien estará en capacidad de adentrarse más allá de un simple esbozo histórico. Es lugar común decir que Sócrates fue maestro de Platón y que éste, a su vez, tuvo como discípulo al mismísimo Aristóteles. Se conoce también que el célebre filósofo fue preceptor de Alejandro Magno, siempre joven conquistador macedonio (murió a los 33 años).
    En el campo de las ideas, el Estagirita fue el último personaje que logró aprehender todo el saber de su tiempo: todo era Filosofía; esto es, el acervo gnoseológico de aquella remota época, era un desordenado universo. El mérito aristotélico fue establecer orden enciclopédico al desglosar metodológicamente, por materias específicas, el gran total. Así, definiendo y delimitando sus objetos de estudio, se desprendieron: la Lógica, la Retórica, la Ética, la Biología, la Física, la Química, la Matemática, la Astronomía, etcétera.
    De las más relevantes aportaciones del originario de Estagira (ciudad griega), están la Lógica y la Retórica; esto es, el pensamiento sistemático, la palabra correcta y clara: instrumentos básicos de la cultura.
    La Lógica es una ciencia formal y aún, una rama de la Filosofía. La palabra deriva del griego antiguo logiké, que significa: dotado de razón, intelectivo, dialéctico, argumentativo… a su vez viene de Aóyoc (logos): palabra, pensamiento, idea, argumento, razón, principio…
    Para explicar la importancia del formalismo, utilizaré el siguiente ejemplo: Si tengo necesidad de una mesa, alguien me proporciona un montón de tablas y me dice: “aquí está lo que pediste”, tiene razón, a medias; me da la materia, pero no la forma; la madera no será mesa hasta que adquiera los elementos esenciales que definen el concepto (una cubierta con patas).
En este orden de ideas, Aristóteles ordenó formalmente los pensamientos por medio del método deductivo; esto es, enseñaba a pensar de lo general a lo particular, construyendo silogismos a partir de tres juicios básicos a los que llamó: Premisa Mayor, Premisa Menor y Conclusión.
De acuerdo con la cantidad (universal y particular) y cualidad (afirmativo y negativo) así como sus diversas combinaciones, creó múltiples figuras (BARBARA, CELARENT, DARII, FERIO…) para ordenar los juicios e impedir pseudo razonamientos, desviaciones o falacias.

Es claro que la deducción raramente aplica para las ciencias naturales, cuya metodología de estudio se basa preferentemente en la inducción (de lo particular a lo general).
Diversos pedagogos y académicos, en la actualidad niegan la utilidad del silogismo,  consideran que es un arcaísmo. Lo mismo ocurre con la retórica y sus diferentes medios de argumentación. Sin embargo, mientras más se avanza en este tipo de estudios (ejemplo: Argumentación Jurídica), cobran nueva vida estos instrumentos del conocimiento. Hasta los libros de Aristóteles adquieren nuevos lectores.
Pensar con lógica, hablar con corrección y claridad, son actividades humanas que se deterioran con el paso del tiempo y el advenimiento de adelantos tecnológicos. Cada vez es más difícil entenderse con algún interlocutor. Hasta en las pláticas cotidianas y en las órdenes más simples, parece necesaria la repetición: “las instrucciones deben darse a prueba de tontos”, me decía una respetable y perfeccionista dama, quien fuera mi jefa.
La definición es una de las operaciones fundamentales de la lógica; consiste en describir un concepto de acuerdo con las notas que lo forman: así, por ejemplo: “triángulo, es una figura de tres lados”; aunque si defino: “triángulo es una figura de tres ángulos”, también será correcto; lo único que varió fue el punto de vista.
Definir lleva el riesgo de confundir la naturaleza de los conceptos; otro ejemplo: “son estados de la República: Hidalgo, Jalisco y Monterrey”, evidentemente hay una incorrección; pues se mezclan dos estados y una ciudad; así mismo suelen confundirse: el círculo con la esfera, el cuadrado con el cubo…
Aun suponiendo, sin conceder, que siempre se utilizaran correctamente la lógica y el lenguaje, los seres humanos difícilmente nos pondríamos de acuerdo en la interpretación de los diferentes fenómenos que acontecen en nuestra vida individual y colectiva, por varias razones; entre ellas, el punto de vista.
¿Está el vaso medio lleno, o medio vacío? Los optimistas defenderán a morir que está medio lleno; los pesimistas dirán lo contrario. En la interpretación de la historia; lo que para uno de los participantes es triunfo, para el otro significa derrota (recordemos La Visión de los Vencidos, de León Portilla).
En algunos artículos recientes y en su libro “Nocturno de la Democracia Mexicana”, Héctor Aguilar Camín, habla de las sustanciales diferencias entre el alto clero y el bajo clero durante las etapas de la Conquista y la Independencia; el primero, aristocratizante y proclive al poder, siempre se ubicó (como siempre lo hace) del lado de quienes manejan el mando y el dinero; los de abajo, se identificaron con el pueblo.
Los diferentes dentro de un gremio, llegan a confrontar a sus miembros, hasta el extremo de participar en bandos opuestos dentro de una guerra. En conclusión: en ninguna controversia social puede darse la unanimidad, si no es por la fuerza. El punto de sustentación de toda democracia es la existencia de minorías. La unanimidad es antidemocrática por definición. Desde luego, el punto de divergencia entre mayorías y minorías, entre chairos y fifíes, es el punto de vista.
Gobernantes ha habido y hay que se sienten infalibles, tocados por la mano del mismísimo Dios. Su punto de vista en relación con su forma de manejar los destinos del país, es el mejor; se aplauden a sí mismos y consideran que cualquier perspectiva diferente, es sesgada, producto de una conjura o de inconfesables intereses lastimados, por la pureza que se enfrenta a la corrupción.

De lo anterior se infiere que el reto de un gobernante, implica que sus gobernados vean las cosas como él las ve. Así no habrá confrontaciones y todos viviríamos felices, aunque no tuviéramos libertad ni Estado de Derecho.

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