La izquierda ante el gobierno de AMLO

AMLO ya despacha como titular del Ejecutivo antes de ocupar la Presidencia institucional de la República

El triunfo de López Obrador en todas las elecciones, a lo largo y ancho del país, ha transformado el rostro político de la nación y ha colocado a la sociedad entre el júbilo de gran parte de los triunfadores, y el desconcierto de los derrotados, con franjas importantes intermedias de ciudadanos ya desilusionados por el temprano incumplimiento del rosario de promesas que el morenista hizo durante su campaña.
AMLO ya despacha como titular del Ejecutivo antes de ocupar la Presidencia institucional de la República, a la cual llegará gracias al acuerdo con Peña para allanarle el camino, que costó al PRI el peor resultado de toda su historia y que regresó al país a los tiempos de López Portillo, con un presidencialismo sin contrapesos substanciales.
A partir del primero de septiembre, antes de tener la banda presidencial (la constitucional, no la “legítima” del Zócalo de 2006) cruzándole el pecho, AMLO empezará a ejercer su poder a través de las órdenes que envíe a las Cámaras de diputados y senadores, en las cuales contará con holgadas mayorías para sacar adelante sus ordenamientos legales (no los que impliquen reformas constitucionales), con una gran parte de legisladores desconocidos y, otros, (como la senadora electa de Baja California) francamente de vergüenza.
Ahora el PRD está urgido de efectuar un análisis, una profunda autocrítica para identificar los errores cometidos, lo que dejamos de hacer, y repensarnos para redimensionarnos, reorganizarnos y relanzarnos a fin de superar nuestra condición de fuerza disminuida que perdió confianza entre gran parte de la población. Hacer nuestras las causas de la gente, de los movimientos sociales, y vincularnos con la intelectualidad democrática y progresista, los académicos y los creadores del mundo del arte y la cultura.
Entre otras cosas, en el PRD deben dejarse atrás los pleitos mezquinos entre grupos y corrientes por pequeños espacios de poder y miserables prebendas.
Dejar claro que no le apostamos al fracaso del próximo gobierno, sino que lo apoyaremos en aquello que signifique bien a la gente, al mismo tiempo que seremos una oposición firme y responsable para alzar la voz ante el incumplimiento contra decisiones que pongan en riesgo la estabilidad económica, social y política de México, porque tampoco apoyaremos medidas que lleven a México al deterioro y al fracaso.
El PRD debe mantener en alto sus banderas de izquierda: la lucha por fiscales autónomos, por una verdadera labor de inteligencia policíaca y financiera para desarticular el poder de la delincuencia organizada; por una mejora rápida y significativa del salario de los trabajadores; e inversiones para reactivar la economía, entre otros.
Ya algunas de las medidas anunciadas por Olga Sánchez Cordero como la legalización de la marihuana, despenalización del aborto y reconocimiento de los matrimonios igualitarios, son triunfos culturales del PRD, aunque no hayamos ganado las elecciones.
Puede ser que “la luna de miel” dure un buen tiempo, pero la euforia electoral no es eterna. Ya quedó claro que el anuncio de acabar con los gasolinazos fue una falsedad. También su discurso de “lucha contra la corrupción” fue solo palabrería, ya que AMLO mantendrá la costumbre de Peña Nieto de nombrar a un fiscal carnal en la procuraduría general y en la fiscalía anticorrupción, para que le cuiden las espaldas. Igual cuando el combate a la delincuencia está queriéndose hacer mediante el acuerdo con las bandas criminales y con la ocurrencia de traer al Papa como asesor. O las controvertidas “medidas de austeridad” y el recorte de miles de trabajadores.
Apoyar lo positivo y denunciar y oponernos a todas las medidas autoritarias que mermen derechos y libertades conquistados, ese debe ser el papel de una izquierda democrática en el México actual.

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