La ironía de la verdad

HOMO POLITICUS

No escribo para los demás, eso me dije hace años, escribo para poder pensar, para tratar de darle vida a la verdad, evitar que mis mezquindades la oculten con la coraza que me caracteriza y que suele infringir la aparente derrota del contrario. Es cierto, no escribo para los demás.

 
Encriptada en la mente aparece la verdad, lado guardado celosamente en la oscuridad, cuando uno sabe que lo que sabe no debe salir del recoveco.
    ¿Cuántas veces no has sabido que el oponente tiene razón y no concedes?, ¿Lo que nos vulnera no es acaso la contracara?, así se entreteje el rechazo de la verdad, de aquello que no puede ser negado y nos duele negar, pero ante el quebranto de nuestra estabilidad, la mente se apresta a responder aun en la obsecuencia del acto.
Y, ¿Dónde queda el valor?, se esconde y agazapa para retumbar en nuestros pensamientos, para gritarnos y exigir que la verdad salga a flote, que la verdad y la dignidad son, en esencia, una misma alma, un solo cuerpo destinado a reafirmar lo que somos, porque cuando engañamos, sin duda, se pierde nuestra esencia y los remordimientos se esgrimen como espinas que hieren sin cesar.
No escribo para los demás, eso me dije hace años, escribo para poder pensar, para tratar de darle vida a la verdad, evitar que mis mezquindades la oculten con la coraza que me caracteriza y que suele infringir la aparente derrota del contrario. Es cierto, no escribo para los demás.
El sigilo de la crueldad y el engaño es más ensordecedor que la luz de la verdad. La ironía se condensa en todas aquellas veces que dejé de ser por no decir la verdad, todas esas veces que me escondí para satisfacer los apetitos de aquellos que les gusta la lisonja que los adula, de las supercherías de las palabras huecas, de aquellas frases farsa, que son capaces de levantar desde la miseria un castillo y sacar al dragón de su madriguera.
En el hastío del engaño me doy cuenta de las sociedades sin sentido, aquellas cuya pereza no les permite pensar, aquellas donde lo importante es mirar y no entender, parecer y no ser.
¿Te has cansado alguna vez de no poder ver?, ¿has mirado sin detenerte en el otro, sin admitir que puedes enderezar el viaje?, quizá lo has hecho en más de alguna ocasión, pero seguramente no sin que la ironía de la verdad retumbe en tu mente.

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