Pido la palabra
La polarización social cobra víctimas, la paranoia también; los modernos mercaderes de la intolerancia comienzan a ver el fruto de sus doctrinas de ajusticiamiento; desde hace mucho tiempo se nos ha adoctrinado que las sociedades solo avanzan a través de la lucha de clases; y de esta forma se ha confrontado a liberales contra conservadores, a la izquierda contra la derecha, a los pobres contra los ricos, al buen pueblo contra la oligarquía dominante, y así hasta el cansancio.
La constante en todas estas versiones antagonistas es la intolerancia; el no permitir que existan diferencias de opiniones, de gustos, de sentimientos o de tendencias y corrientes políticas y sociales; tal grado de contradicción sistemática es una muestra de la decadencia en la convivencia humana, ésta última sí fundamental para el sano desarrollo de los pueblos; la intolerancia, la demagogia, la confrontación, son elementos que desgastan el ánimo, desvían energías e impiden acuerdos, tan necesarios hoy día en el concierto político nacional, en donde actualmente cada músico, ávido de protagonismo, pretende tocar su propia tonada.
Varios países nos han dado últimamente prueba fehaciente de esa intolerancia mezclada con paranoia, enojo, intereses oligárquicos y hasta de religión; gente que toma la ley en sus manos al ver la inactividad de hecho y de derecho de sus autoridades estatales; justicia le llaman algunos, asesinos ocultos detrás de fuente ovejuna les llamamos otros; el coraje, la desesperación y, la mayor de las veces, la inercia de la muchedumbre irracional, los hace olvidarse de que vivimos en un Estado de derecho, no de venganzas públicas ni de violencia social, por muy justificada que parezca.
Tal parece que es precisamente la degradación social lo que estamos persiguiendo con tantas piedras que vamos poniendo en el largo y tortuoso camino; cada día aparece una piedra más que impide tener un acceso libre hacia los temas torales que exigen ser resueltos; cortinas de humo que evitan ver con claridad a los fondos, mientras nosotros nos distraemos con las formas; todos tratamos de esconder realidades con mantos de apariencias.
El problema radica en que de tantos distractores nadie se atreve a agarrar al toro por los cuernos; la estrategia del dejar hacer y dejar pasar nos está haciendo mucho daño; el atraso económico es una amenaza que cada vez cobra más fuerza, pero eso sí, estamos muy contentos dándonos hasta con la cubeta en los actuales procesos electorales.
Y no, no intento distraerlos con la retórica demagógica de la política convenenciera que solo se ocupa del pueblo en épocas electorales; el verdadero sentimiento del pueblo está muy lejos del lenguaje rebuscado de líderes mezquinos y fracasados; está igual de lejos de la estadística de números maquillados que oculta una verdad visible con solo abrir los ojos a la razón y no al dogma político; pero también, está sumamente lejos de la luz que le permita salir del oscuro túnel en que lo han metido los enfrentamientos en la lucha por el poder.
A los Partidos Políticos les recordamos que su misión comienza y termina con el bienestar social y no en la influencia que sus líderes pretendan ejercer para su personal beneficio; a los Legisladores les exigimos bien poco, solo cumplir eficientemente con aquello para lo que se postularon, servir al pueblo y no servirse de él, además de que lean muy bien lo que aprueban; a las diversas corrientes políticas, les pedimos privilegiar sus posturas con el diálogo y no con violencia que solo sirve para echarle más leña al fuego de unos ánimos que de por sí ya empiezan a encenderse; a los que solo quieren ser protagonistas de la historia importándoles un reverendo cacahuate las necesidades del pueblo, solo les pido que ya no estorben ni a México ni los mexicanos; que nadie juegue con fuego, porque el que siembra rencores cosechará intolerancia.
Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está.