Conciencia Ciudadana
No es verdad que el PRI Y el presidente de la República caminaran separados alguna vez, como afirmó el ya presidente de ese partido, Manlio Fabio Beltrones. Nunca lo estuvieron, ni siquiera cuando gobernaba el PAN, porque con éste el PRI llegó a numerosos acuerdos que le permitieron mantener en pie la estructura de su poder político a cambio de permitir que el PAN ocupara la presidencia de la República.
Tanto Fox como Calderón aceptaron el trato porque las circunstancias y los intereses compartidos entre panistas y priístas así lo exigían. Tanto el PAN como el PRI se sumaron al mismo bando sobre todo a partir del gobierno de Carlos Salinas de Gortari, al grado que los propios dirigentes blanquiazules reconocieron con envidia que “Salinas les había arrebatado su proyecto económico” el cual representaba el triunfo de las elites financiero empresariales y el repliegue de los beneficios mínimos de bienestar alcanzados por los grupos corporativizados al partido del estado.
Siendo hijo de un importante político y con nexos familiares con banqueros y empresarios Salinas fue el personaje idóneo para cumplir ese cometido. En su presentación como candidato, mintió al decir que “el tiempo del partido casi único había terminado”, pues ya estaba previsto que el PRI p habría de seguir desempeñando el control de los sindicatos y las organizaciones populares al mismo tiempo de desmantelar la economía del estado, cediendo sus empresas a precio de regalo a sus amigos y aliados del sector empresarial.
Por eso fue que Salinas y esas elites decidieron sostener al viejo PRI como instrumento de control la transformación del sistema político y económico, gracias a lo cual Salinas pudo elegir a su sucesor Luis Donaldo Colosio y, tras el asesinato de éste por fuerzas que no deseaban que Salinas se mantuviera como el poder tras el trono, a Ernesto Zedillo, un personaje gris hasta entonces. El nuevo candidato se apresuró a afirmar que “entre el presidente y el partido debe haber una sana distancia”, frase tan falsa como la mencionada por el propio Salinas, porque ni con una ni con la otra se jubiló al autoritarismo presidencial, únicamente se le adaptó a las nuevas exigencias.
No es exacto que el PRI se alejara de la presidencia con Zedillo porque éste siguió ejerciendo el control sobre su partido hasta el final de su sexenio con el fin de garantizar el cambio de estafeta con el PAN a fin de profundizar el cambio económico ordenado por la oligarquía criolla, la que exigió la llegada a la presidencia de alguien que pudiera modernizar al país sin el fardo del viejo sistema priísta. Al aceptar ese encargo, Zedillo se vio débil a los ojos de los priístas, pero la opinión de éstos ya no contó para impedir que Fox fuera electo y en cambio el ex presidente Zedillo se revistió con un halo democrático muy lejano a su verdadera personalidad.
Fox y después Calderón supieron desde el principio de sus mandatos que ellos reinarían pero no gobernarían, porque sabían que la maquinaria priísta, construida durante décadas, resultaba indispensable para asegurar los planes privatizadores sin riesgo de una oposición de los trabajadores a la que los panistas no hubieran podido hacer frente. Fue por eso que los panistas permitieron que las estructuras corporativistas del PRI, que tanto habían criticado como oposicionistas, continuaran mangoneando los sindicatos de trabajadores y que los campesinos y otros sectores sociales siguieran sometidos a los viejos y nuevos cacicazgos y que los gobernadores se convirtieran en dueños de la vida pública de sus estados. Jamás hubo separación entre el PRI y los presidentes panistas, y antes bien, lo que se dio fue una asociación de intereses y, puede afirmarse, un mayor sometimiento de la presidencia a la maquinaria priísta.
Como ejemplo de esa dependencia, basta recordar la firme alianza que se dio entre Fox y Calderón con la maestra Elba Esther Gordillo, líder máxima del SNTE y entonces connotada priísta, a la que más tarde se sacudieron sus ex compañeros de partido, no por haber fallado en el control del magisterio, sino por querer condicionar sus servicios al actual grupo en el gobierno a un costo que éste no estaba dispuesto a concederle.
Así pues, Manlio Fabio Beltrones afirma algo que sabe muy bien que nunca ha sucedido. Jamás el PRI estuvo distante de los presidentes de la república, ni cuando gobernó como partido único, ni cuando le cedieron el mando al PAN, ni mucho menos al momento que con Peña Nieto regreso al PRI la presidencia.
Sin embargo, el dicho de Beltrones sí trasmite un mensaje importante, o más preocupante: con el regreso del maridaje abierto entre gobierno y su partido, el presidente del PRI anuncia también una regresión autoritaria de la vida pública, que echaría abajo los incipientes avances democratizadores alcanzados. Manlio Fabio amenaza que aquellas viejas prácticas priístas, tan famosas y efectivas como vejatorias del orden democrático, regresarán más fuertes que nunca; que las tuercas para quien ose enfrentar a su partido habrán de tener las consecuencias conocidas por los ciudadanos en su relación con los gobiernos priístas y que su clarín de guerra llama a los priístas a desempolvarlas sin reparo alguno, levantando el telón para mostrarnos, rugiente y desencadenado, al dinosaurio tricolor en toda su fuerza imponiendo terror a quienes osen oponerse a su irresistible poder, resucitado para defender el reino milenario del partido tricolor.
Pues allá ellos. Mientras tanto, reiteramos que VIVOS SE LOS LLEVARON Y VIVOS LOS QUEREMOS YA.