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La inmoralidad era censurada en las películas

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Todo empezó en 1913 cuando Victoriano Huerta emitió la primera ley de censura en el Reglamento de Cinematógrafos donde se estableció que los filmes debían ser revisados por un inspector del gobierno para que le diera el visto bueno

Faltan 15 minutos para las 10 de la mañana. La fila no es muy larga en el Cine Bucareli, en el Centro Histórico. Los asistentes aún no saben qué quieren ver. Serán tres filmes seguidos y con suerte habrá largos besos, mucha sangre, y se escuchará alguna grosería. Este es el cine de los años 50.

Se dice “con suerte” porque se trata de un cine barato y ubicado en el barrio, de los llamados “piojito”, donde las grandes producciones llegan tarde y se estrenan películas que los adinerados y los más religiosos no quieren ver.

En esos años la industria cinematográfica vivía momentos complicados: no se podían exhibir con libertad las ideas porque de hacerlo, el filme podría ser mutilado, criticado por la iglesia, estrenado en cines de segunda o en el peor de los casos jamás saldría a la luz, pero, ¿cómo comenzó la censura?

Todo empezó en 1913 cuando Victoriano Huerta emitió la primera ley de censura en el Reglamento de Cinematógrafos donde se estableció que los filmes debían ser revisados por un inspector del gobierno para que le diera el visto bueno.

Los contenidos cinematográficos no debían tener escenas como delitos, a menos que se mostrara el castigo; ninguna difamación o calumnia a la autoridad o imágenes de bodas o servicios fúnebres sin el consentimiento de los parientes.

En 1919 el gobierno de Carranza decretó el Reglamento de Censura Cinematográfica, que estableció un orden sobre la circulación para las imágenes exhibidas del conflicto armado. Tras las políticas de intolerancia religiosa promulgadas en el gobierno de Plutarco Elías Calles, grupos católicos comenzaron en 1926 la llamada Guerra Cristera, misma que perdieron en 1929. El poder católico en México no era tan fuerte, pero no se quedaría así.

En 1929 se formó la Acción Católica, la cual dejó a cargo de los Caballeros de Colón, un grupo de gente de élite nombrado así en honor a Cristóbal Colón, la tarea de moralizar a México.

De manera simultánea, en Estados Unidos, el cine se vio obligado a seguir una serie de normas morales llamado Código Hays, en honor a William H. Hays, presidente de la Asociación de Productores y Distribuidores de Cine de América, según el sitio ENFILME.

Estas reglas incluían la prohibición de besos más largos de tres segundos, groserías, la aparición de ombligos e incluso desnudos. Para verificar esto, una persona conocida como censor quedó a cargo de dar el visto bueno.

Guillermo Zermeño en su ensayo “Cine, Censura y Moralidad en México” expone que “sospecha” una influencia del Código Hays en México porque se trata de “mexicanizar” reglas morales no exclusivas del país. En 1933 los Caballeros de Colón publican un boletín de crítica, pues para ellos censurar era exponer sus ideas sobre las cintas.

De la misma forma que en Estados Unidos se formó, por orden de la Acción Católica, el primer órgano censor denominado Legión Mexicana de la Decencia; a esta se le trasfirió la tarea de moralizar y en enero de 1934, publicaron su primera hoja de apreciaciones, aunque durante toda esa década no tuvieron gran efecto.

En 1940 Manuel Ávila Camacho tomó el poder y redujo las políticas antireligiosas, pues él era creyente. Esto fortaleció a la Legión; el 10 de octubre de 1941 fue institucionalizada, con lo que ya apoyaba al gobierno con la censura, según refiere el investigador Guillermo Zermeño Padilla.

Fue en este sexenio cuando se determinó que las letras A B C y D, definirían la clasificación de películas. Así que la tarea de la Legión era mostrar a la gente sus boletines de comentarios y una forma de hacerlo fue pegar afiches afuera de las iglesias, como refiere en entrevista el cronista Alfonso Hernández.

“La D estaba prohibida por la moral cristiana. Hubo ocasiones que la Legión criticaba la película sin verla. Esto hacía que la gente tuviera más ganas de verla, aunque algunas veces salía decepcionada, como cuando se estrenó ‘Pasión de los Fuertes’, en la que sólo había vaqueros”, señaló en entrevista el historiador Alfredo Ruíz Islas.

En tanto, Zermeño refiere que tras investigar en el archivo de la Acción Católica Mexicana, encontró un documento que pudo ser guía para la revisión del cine en la época denominado Código de Producción Cinematográfico, que se dividía en 16 apartados.

Algunas de las reglas de ese código eran: la desnudez estaba prohibida, el baile no debía enfocar las caderas de las bailarinas, los besos sólo deben darse en cara y manos, sin mostrar lengua, ni la boca de los actores, la religión no podía ser objeto de burlas y en escenas violentas la sangre sólo aparecía si era necesaria y sin mostrar la herida.

Según el profesor Francisco Peredo-Castro, en su texto “Inquisition shadows: politics, religión, diplomacy and Ideology in Mexican Film Censorship”, los cineastas mexicanos optaron por usar metáforas como truenos, grandes olas de mar, y tormentas eléctricas para hacer entender al público que se hablaba de sexo.

Sin embargo, fue la década de los 50 la que cambió el rumbo de la censura moral. Para 1955, refiere Péredo-Castro, la presión económica hizo que los censores se relajaran, pues el cine nacional perdía la competencia contra la televisión y la industria estadounidense.

Esa fue la razón por la cual, “La fuerza del deseo” exhibe por primera vez a una mujer desnuda el 22 de julio de 1955, se trata de la actriz Ana Luisa Peluffo. “Después de los 50 había desnudos gratuitos que no le aportaban nada a la trama”, opinó Alfredo Ruíz Islas.

Pero el escritor Francisco Sánchez refiere en su obra “Luz en la Oscuridad: crónica del cine mexicano 1896-2002” que en las películas, “La mujer del puerto” (1933) y “La Mancha de Sangre” (1937) las escenas de desnudos fueron cortadas y los filmes exhibidos tiempo después.

Es después de la década de los 50 que cines como el Savoy, inaugurado en 1943, o el Teresa, que abrió en 1924, se convirtieron en pornográficos. Además, para la década de los 70, las ficheras fueron el atractivo de la pantalla grande mexicana con actrices como Lyn May y Sasha Montenegro, entre otras.

Sobre la censura política, “La Sombra del Caudillo”, que relata la transición presidencial en la Revolución Mexicana, es uno de los casos más sonados. Esta película se basó en la novela homónima de Martín Luis Guzmán y fue dirigida por Julio Bracho. El 17 de julio de 1960, EL UNIVERSAL anunciaba un estreno privado en el Cine Versalles.

Habían pasado ya tres años y Julio Bracho comentaba a EL UNIVERSAL que su obra se mantenía en las sombras por “presión de algunos militares”. Su exhibición al público sucedió 30 años después, un 25 de octubre de 1990, durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari. Julio Bracho murió dos décadas antes del acontecimiento.

En 1992 se publicó la Ley Federal de Cinematografía en la que la mutilación, cortes o abstención en la exhibición de las obras quedaban prohibidas, salvo que se presentara algún delito. Actualmente la Dirección General de Radio, Televisión y Cinematografía (RTC), perteneciente a la Secretaría de Gobernación, es la encargada de la clasificación de los largometrajes en México, las cuales son: AA para todo público; A para mayores de seis años; B para mayores de 12 años, B15 no recomendada para menores de 15 años; C para adultos mayores de 18 y D sólo para adultos por contenido explícito.

En este 2019 las cosas han cambiado. Ya no es necesario espantar ratas de los asientos, tampoco caen orines desde arriba; ahora se tiene libertad de elegir qué ver en el cine. El camino recorrido no ha sido corto. Aun cuando existe una clasificación, en la práctica no hay rigor en los cines a la hora del ingreso del público y la entrada de menores queda bajo el criterio de los padres.