RELATOS DE VIDA

Las apuraciones eran una constante, pese a que había organizado las actividades y horarios del día siguiente, siempre pasaba algo que la obligaba a reajustar toda la planeación para poder cumplir con los pendientes.

Ese día no fue la excepción, se levantó tarde por posponer la alarma 15 minutos más, y cuando se percató había pasado ya media hora, tomó la ducha y se cambió, todo en 20 minutos, y el maquillaje lo dejó para cuando llegara a la oficina.

Ya en su centro de trabajo inició con las labores, y aunque lo realizaba con agilidad, algo la incomodaba, se sentía apretada, en cada momento que podía acomodaba su blusa y saco, pero la molestia continuaba.

Por varias horas, la concentración por terminar las labores del día, le permitían olvidar la incomodidad, aunque en los lapsos de descanso entre cada pendiente, le recordaban que algo estaba mal con su vestimenta.

Por fin la jornada laboral terminó, respiró en señal de logro y caminó hacia el baño para emprender el camino a casa, en donde también le esperaba trabajo por terminar, principalmente lavar la ropa acumulada.

Al estar limpiándose las manos en el sanitario para salir de la oficina, observó algo raro en la blusa, y no era una mancha, se trataba de la etiqueta, la cual debiera estar en la parte de atrás, pero se encontraba a la altura del cuello, no sobresalía pero se alcanzaba a ver por la transparencia.

Por fin encontró la causa de su incomodidad, pero lo más incómodo fue el pensar que ningún compañero de trabajo se atrevió a decirle la irregularidad en su vestimenta.