Home Nuestra Palabra Prisciliano Gutiérrez LA HISTORIA VIVIENTE (Segunda parte)

LA HISTORIA VIVIENTE (Segunda parte)

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FAMILIA POLÍTICA



“Dar gran lanzada a moro muerto,
no es signo de caballerosidad”.
Jesús Reyes Heroles.

“Cuando se pretende desprestigiar a un político a nivel nacional, los medios y la opinión pública le dicen comunista; a nivel estatal lo etiquetan como sanchezvitista. Es el caso de Usted”, me decía el viejo Maestro, cuando tomados del brazo avanzábamos como integrantes del cortejo que acompañaba a su Señora madre hasta su última morada, allá en el cementerio de Molango. Atrás habían quedado los graves sucesos acaecidos en abril de 1975; que hoy forman parte del anecdotario, de cuando en cuando compartido por los, cada día menos, actores en aquellos escenarios. El experimentado político, con gran madurez dejaba en el ayer los sucesos de su ungimiento como primer mandatario hidalguense; el advenimiento del caballeroso educador Donaciano Serna Leal, al cargo de Gobernador Interino; su paso por el Comité Ejecutivo Nacional del Partido Revolucionario Institucional; su distanciamiento del Presidente Luis Echeverría, con quien lo unían añejas alianzas políticas y personales; su regreso a Hidalgo para terminar el sexenio; sus confrontaciones abiertas con Mario Moya Palencia, Secretario de Gobernación y principal aspirante a la Presidencia de la República…

En la efervescencia pre sucesoria, el periodista Ángel Trinidad Ferreira publicó en Excélsior un largo diálogo en el cual, Don Manuel fijó su postura ante la inminente sucesión presidencial; después, personalmente me dijo: “Si no es Moya, cualquiera de los que se mencionan tienen compromisos con… el Estado de Hidalgo”. Esa entrevista, en forma de folleto, circuló durante un Encuentro Nacional de Legisladores locales, que se efectuaba en Querétaro. La riesgosa distribución corrió a cargo de Carlos Peñafort Meza (entonces jefe de prensa) y del Diputado Roberto Valdespino Castillo. Al primero lo detuvieron con actitudes poco amables, el segundo la libró por sus relaciones y afilado colmillo. Herido de muerte en lo político, Moya se quedó en el camino; tampoco llegó Hugo Cervantes del Río (Secretario de la Presidencia y “gallo” de Don Manuel); el “bueno” fue José López Portillo, quien llegó sin oponente a la primera magistratura del país.

Los tiempos de sucesión a nivel federal coincidían con los del Estado. Es de todos conocido el arribo del Doctor Otoniel Miranda a la candidatura. En aquellos días estaba vigente el dogmático principio: “gobernador, no pone gobernador”. Años después me decía el Maestro: “El Presidente tenía planeada la desaparición de poderes; su amigo de toda la vida era mi Secretario General de Gobierno, Abel Ramírez Acosta, por eso cuando no me dio su nombre al consultarle ¿Quién para Hidalgo? Y la respuesta fue: creo que una buena opción sería el Médico, que es dirigente de la CNOP. Me dije: Ya me chingó Echeverría”. Ahí empezó a escribirse la crónica de una agresión anunciada.

Con respeto a las formas constitucionales, el Senado declaró desaparecidos los Poderes. A los pocos días, casi todos los miembros del gabinete federal llegaron a Hidalgo para escuchar del pueblo “noble y sabio” las “atrocidades” que vivió durante el sanchezvitismo y su continuación otonielista. El resentido Mario Moya Palencia, recibió al Ingeniero Manuel Sánchez Jiménez, quien le entregó, a nombre de su padre, treinta simbólicas monedas de plata.

Así, huestes cenecistas y cenopistas de todo el país arribaron a la Plaza Juárez; derribaron las puertas de cristal y penetraron triunfalistas al Palacio de Gobierno. Otra vez, la presencia providencial de Carlos Sosa, logró convencer al Doctor Miranda de abandonar el recinto para no exponerse a una vejación de la turba enardecida. Aunque fuera de este escenario, Bonfilio siempre estuvo al pendiente de los hechos.

Después, irrelevantes meses del gobierno provisional de Raúl Lozano: remozamiento y construcción de nuevas banquetas en las calles de Pachuca (excepto las de mi casa); división entre grupos políticos en los municipios; efervescencia y rencores, muchos de los cuales aún siguen vivos, por eso fue bienvenida la figura enorme de Jorge Rojo Lugo quien, en su discurso de aceptación como candidato del PRI a la gubernatura, expresó tajante: “Lo pasado, pasado. No debemos volver los ojos hacia atrás, cuando tenemos un futuro por delante” y la voz del presidente nacional del Partido, Don Jesús Reyes Heroles, quien llamó a la unidad con la adaptación de un viejo refrán medieval: “Dar gran lanzada a moro muerto, no es signo de caballerosidad”.

El Jefe Rojo, con gran carisma, sonrisa franca y política fina, tenía para cada hidalguense un detalle, una palabra, una actitud… Sobre su espalda recayó una tarea de romanos: devolver la unidad a la confrontada militancia; sentar en la misma mesa a supuestos (o reales) enemigos irreconciliables. Alguna vez me dijo: “Recibí un Estado áspero y lo entregué lisito”. Es “vox pópuli” el sólido respaldo que Don Jorge tuvo en su esposa, Doña Silvia García de Alba

Cuando el Presidente lo llamó a su gabinete (Secretaría de la Reforma Agraria), heredó su interinato a José Luis Suárez Molina, por cumplir una transgeneracional deuda de amistad. El viejo militar confundió las cosas y pretendió permanecer en el poder, aún agotados los tiempos constitucionales. El rompimiento fue inevitable. El Gobernador regresó a concluir su mandato.

Después, Rossell: un torbellino de prepotencia; López Portillo trabajó bajo sus órdenes; Hidalgo y su gente éramos para él desconocidos; sin embargo, las fuerzas políticas tradicionales y las emergentes, además del arribo de Miguel de la Madrid al gobierno federal, lo hicieron atemperar sus ímpetus y entregar a Don Adolfo Lugo Verduzco, una entidad con alto nivel de gobernabilidad. Desde la Presidencia del CEN, el nuevo mandatario hidalguense acariciaba ilusiones presidenciales que se nutrían en su amistosa cercanía con el naciente Tlatoani.

En las postrimerías del gobierno salinista, ninguna mujer había alcanzado una gubernatura. Ante esa realidad, cuando se aproximaba la sucesión local, las expectativas que teníamos los amigos de Julieta Guevara, eran altas, dada su amistad con la familia presidencial. Fue Delegada de la Secretaría de Programación y Presupuesto en Morelos y Senadora de la República; aun así, no hubo gran sorpresa cuando el Partido decidió dar la candidatura a Jesús Murillo Káram; primer egresado de la Universidad Autónoma de Hidalgo y ciudadano “de a pie”, como todos nosotros. Inteligente y pragmático; experimentado y conciliador; culto y con gran sentido humano, plantó los cimientos para el desarrollo del Hidalgo de nuestros días. Siguieron: Manuel Ángel Núñez Soto, Miguel Ángel Osorio Chong, Francisco Olvera y Omar Fayad Meneses, a todos los espera un sitio en nuestro devenir. Por lo pronto, ya están en la historia viviente de longevos personajes que, lúcidos, pueden recrear lo mismo el ayer lejano, que el pasado reciente, y aún, elaborar una visión prospectiva.