Home Nuestra Palabra Prisciliano Gutiérrez La historia del presente

La historia del presente

0

FAMILIA POLÍTICA

Recuerdo una vez más, cuando alguien me preguntó ¿Cuál ha sido la etapa más feliz de tu vida? Tras corta meditación, contesté de manera indubitable, la niñez: estaba jodido, pero no me daba cuenta. De aquí corroboro que la diferencia de clases sociales es un fenómeno económico, pero también epistemológico (como dijeran los marxistas: una es la clase en sí y otra la clase para sí).

¿Quién dijo que la historia es justa?
Yuval Noah Harari.

“En un mundo inundado de información irrelevante, la claridad es poder”. Con estas palabras comienza el nuevo libro del profesor israelí, doctorado en Oxford, Yuval Noah Harari, quien a los 43 años está en la cúspide de su éxito como escritor y académico, mientras vive felizmente al lado de su esposo Itzik Yahav, cerca de Jerusalén.
Tres publicaciones bastan para crear y consolidar su leyenda: Sapiens: breve historia de la humanidad; le dio fama internacional. Se publicó inicialmente en hebreo, después en otros treinta idiomas. Se refiere al devenir humano con una mirada global, desde el principio de la evolución: Homo sapiens; edad de piedra… hasta llegar a las revoluciones políticas del siglo XXI. El magistral estudio se identifica mejor con el título “De Animales a Dioses”, porque su leit motiv es interpretar el fenómeno por el cual, un simio insignificante (el hombre) se transformó en casi Dios del universo conocido. Ésta es una lectura indispensable para toda persona medianamente culta.
De igual manera, en su libro Homo Deus: Breve historia del mañana, desarrolla ideas en relación con un mundo futuro, no tan lejano del actual, en el cual el ser humano (casi Dios) se enfrentará a una inédita serie de retos. Harari explora los proyectos, los sueños, las pesadillas, los miedos… que se estructurarán durante el siglo XXI: desde superar a la muerte, hasta perfeccionar la inteligencia artificial.
Con estos antecedentes mi espíritu, compulsivo buscador bibliográfico, me llevó a adquirir lo más reciente del autor: 21 lecciones para el Siglo XXI. En la introducción dice: “En este libro quiero centrarme en el aquí y el ahora… a diferencia de Sapiens y Homo Deus, esta obra no está pensada como narrativa histórica, sino como una selección de lecciones que no concluyen con respuestas simples. Su objetivo es fomentar más reflexión y ayudar a los lectores a participar en algunos de los principales debates de nuestra época”. Así, dentro de mi limitado mundo interpretativo, considero que se trata de hacer una historia del presente.    
Aunque parezca una obviedad, advertir y analizar el momento actual no es tarea fácil, requiere un complicado ejercicio de abstracción, porque el presente es inasible; efímero por naturaleza, imposible de aprehender sin el auxilio del recuerdo o de la prospectiva; ejemplos: el pez no sabe que existe el agua, hasta que se convierte en pescado; la vida cotidiana es tan reiterativa, que aun cuando dentro de ella se registren chispazos de felicidad, los vivimos pero no los concientizamos; en cambio, de la infelicidad sí nos damos cuenta.
Recuerdo una vez más, cuando alguien me preguntó ¿Cuál ha sido la etapa más feliz de tu vida? Tras corta meditación, contesté de manera indubitable, la niñez: estaba jodido, pero no me daba cuenta. De aquí corroboro que la diferencia de clases sociales es un fenómeno económico, pero también epistemológico (como dijeran los marxistas: una es la clase en sí y otra la clase para sí).
En la noción de presente se nutrió, por ejemplo, El Existencialismo de Heidegger y Sartre: “El pasado ya no existe y el futuro no llega todavía”. Solo importan el aquí y el ahora.
Aquí estoy, ahora: trabajo, como, amo, cuido a los míos, voy a misa, veo el futbol… ¿No es más relevante si gana el América, que si Trump podrá reelegirse otros cuatro años? ¿Qué me importa lo que ocurrirá mañana con las migraciones masivas, si cualquiera de las dos fronteras está lejos de mi entorno? ¿Para qué reflexionar sobre el mañana, si el hoy llena todos mis espacios, aunque tenga oscuras zonas de incertidumbre?
Por otra parte, creo que el presente sólo tiene sentido en relación con el pasado y con el porvenir; la historia no es lineal, es cíclica. En la segunda mitad del siglo XIX, la Revolución Industrial inglesa, despertó en la masa trabajadora la idea de que el advenimiento de las máquinas traería consigo el desempleo. La expectativa de perder el trabajo sembró pánico colectivo; afortunadamente, ni la economía ni la sociología son deterministas; en ellas no cabe la fatalidad; el ser humano con su genio y voluntad puede alterar lo que parece inalterable; así, la crisis trajo en sí misma el germen de su propia solución; nuevos tipos de empleo se generaron y así la humanidad avanza.
El ciclo tiende a repetirse; por definición tradicional, ninguna máquina es, todavía, capaz de pensar por sí misma, de percibir sensaciones ni de apreciar valores; sin embargo, la evolución de complicados algoritmos, de inteligencia artificial y de otras maravillas, cada día hace que diferentes trabajadores, incluso profesionistas altamente calificados en áreas humanísticas, tengan en riesgo su estabilidad laboral.
La explotación de las masas sustenta el discurso socialista y, se quiera o no, subyace en la economía liberal. En la medida que avanza la robótica, mejora su capacidad creativa (y aún sensitiva), el ser humano pierde su trinchera para luchar como clase explotada; ahora ya no será importante, sino irrelevante. ¿Qué hacer ante el peligro de un desempleo masivo y sin capacidad de presión?
El profesor audazmente propone que “Los gobiernos podrán subvencionar servicios básicos universales, en lugar de salarios”; esto es: toda la población recibiría dinero sin trabajar.
Porque la obra pretende ser una historia del presente, no se aventura más allá del año 2050.
En este artículo, sólo comento cuestiones laborales. El texto da para muchas más: educación, religión, filosofía, política, verdad, etcétera.
Otra vez: “Cosas veredes, Mío Cid, que farán fablar las piedras”.