Pasarela
Las modelos ya se encuentran preparando, algunas de ellas corren detrás de los maquillistas o los estilistas para que puedan lucirse en cámara, mientras otras siguen probándose vestidos con cierta insatisfacción. Lupita se encontraba en un extremo, con una brocha distribuyendo delicadamente el maquillaje.
Con cautela, terminaba de dar los últimos detalles a su rostro, el cual lucía impecable, hermoso, encantador. Cuando terminó se contempló por un momento: sus ojos cafés daban un aire de tristeza, como si no se sintiera cómoda ante tanta superficialidad. Y entre sus cosas sacó una foto de un señor de avanzada edad, con mirada cansada, pero una sonrisa franca. Era su padre.
Aquel señor de apariencia modesta que le había enseñado el invaluable valor de la humildad, el luchar todos los días por sus sueños, el que quizá la estaría viendo en televisión viendo como cristalizaba esos sueños de niña. Sus labios rosados esbozaron una hermosa sonrisa.
-Lupita, en cinco minutos salimos al aire- gritó el floor manager, sacándola de su ensimismamiento.
Con nerviosismo, la hermosa mujer se levantó para dirigirse al foro, donde se realizaría el concurso de belleza. Miró alrededor: la gente se encontraba ansiosa de ver todo. Aplausos y destellos de cámaras fotográficas iluminaban su rostro.
Comenzó el concurso. Cada una de las participantes fue realizando diversas pruebas y contestando preguntas de los jueces. Cuando le tocó el turno a Lupita de ponerse en acción, un juez calvo, con cierta fiereza en los ojos realizó su pregunta:
-Esta pregunta que te voy a hacer, pero se la voy a dedicar a los que te atacan: ¿Alguna vez has sufrido discriminación por ser de origen humilde?
Respiró un poco, mientras que la gente aguardaba en sus asientos expectantes, en silencio.
-Sí- respondió al fin, con determinación-. Pero, ¿saben qué? No me avergüenza decirlo: vengo de un lugar pobre, pero eso me ha enseñado a ser humilde con los demás y a trabajar duro, porque por ello logré sacar una carrera. Y sí, tengo los huaraches bien puestos.
Una ola de calurosos aplausos inundó el recinto. Lupita sonreía con legítima felicidad: su padre la observaba desde uno de los palcos.