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LA GENTE CUENTA

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Una noche de lluvia 

Un relámpago hizo saltar del susto a Arturo. Afuera, una lluvia inclemente amenazaba con romper los vidrios de la casa. Adentro, un pequeño se ocultaba en el sillón, juntando sus pequeñas rodillas hasta su rostro, como para no ser identificado por algún tipo de ente. 

El pequeño Arturo miraba hacia todos los puntos, en búsqueda de algo que lo hacía inquietarse demasiado. Las luces de la casa se mantenían encendidas, la televisión no dejaba de transmitir una serie de dibujos animados, no se escuchaba ningún otro ruido de los que ya había. ¿Por qué preocuparse de más?

De pronto, a Arturo se le ocurrió salirse de su zona de confort y comenzar a explorar por su propia cuenta aquella casa: sus padres habían salido por un momento, prometiendo que llegarían lo más pronto posible, así que no tuvo problema en abandonar su puesto, y con lámpara en mano, se lanzó hacia lo incierto. 

Primero llegó hacia la cocina. Ese espacio con una pulcritud envidiable, los pisos encerados y los utensilios acomodados por tamaños. Los latidos de Arturo crecían a medida de que recorría cada centímetro de aquel espacio. Y justo cuando creyó que no había que temer… ¡Otro relámpago!

Con la adrenalina a su máxima capacidad, Arturo se siguió apoyando en su lámpara para seguir explorando los espacios de su casa: llegó al cuarto de lavado, al estudio, al garaje… No encontró nada en lo absoluto. 

Se dispuso a dirigirse a su habitación, cuando finalmente la tormenta hizo de las suyas: una falla eléctrica hizo que la luz desapareciera de la casa, dejando en penumbras a Arturo. El pequeño, aún más temeroso que nunca, se asió de su lámpara, que ahora amenazaba con agotar sus últimas energías. 

-¿Estás ahí? –preguntó con cierto temor en la garganta. 

Comenzó a abrir lentamente la puerta de su cuarto, y apenas iba a la mitad cuando de pronto… 

-¡Te encontré!

Alicia, su hermana, saltaba enfrente de un horrorizado Arturo, levantando las manos en señal de victoria. 

-¡No se vale! Ya no vuelvo a jugar a las escondidas contigo –reclamó con cierta inconformidad.