Mochilazo en el tiempo
• Fue a las 6 de la tarde cuando un helicóptero apareció para llevarse a los reos David Kaplan y Carlos Contreras Castro
La lluvia caía sobre la cancha de basquetbol de la penitenciaría de Santa Martha Acatitla. Era el miércoles 18 de agosto de 1971 y la mayoría de reos veían “Altar de sangre” en una proyección de cine.
Fue a las 6 de la tarde cuando un helicóptero apareció para llevarse a los reos David Kaplan y Carlos Contreras Castro; bastaron diez segundos para consumar la fuga del siglo y recuperar su libertad sobrevolando los cielos de la Ciudad de México.
Piel blanca y mirada melancólica, eran algunas características de Joel David Kaplan, agente estadounidense encubierto de la CIA y, además, traficante de armas y de familia acaudalada de empresarios azucareros.
Fue acusado de asesinar a su socio Luis Melchor Vidal, Jr., conocido tratante de drogas y armamento. Presuntamente Kaplan mató a Vidal en un hotel capitalino, para después inhumar el cuerpo y ocultar el delito, pero fue encarcelado en 1963.
En el juicio alegó que Vidal había creado un montaje para hacerse pasar por muerto e inculparlo. Las dudas quedaron al aire. La viuda de la supuesta víctima no reconoció plenamente el cuerpo de su marido. Sin embargo, el irregular proceso judicial terminó por sentenciar a Kaplan a treinta años de prisión.
Se le envió a Lecumberri y después a la Penitenciaría de Santa Martha Acatitla, inaugurada en 1957 por el expresidente Adolfo Ruiz Cortines.
En reclusión, los privilegios del gringo adinerado lo hicieron gozar de permisos que el resto no tenía, pero Kaplan anhelaba su libertad.
Intentó escapar ocho veces, pero siempre fallaba. En una de tantas ocasiones decidió fingir apendicitis para que el conductor de la ambulancia empleada por el reclusorio lo dejase libre a cambio de dinero, pero el chofer fue despedido.
Judy Kaplan, hermana del sentenciado, buscó ayuda de ex agentes de la CIA y de otros experimentados.
Fue así como en 1970 se decidieron a cavar un túnel, pero se toparon con lava volcánica y el plan se truncó.
También trató de huir escondido en un montón de ropa sucia oculto en el compartimiento de un camión, esta última en conjunto con su compañero de encierro, el venezolano Contreras Castro, pero fueron descubiertos y aun así se les permitió seguir compartiendo la misma celda.
Un día Kaplan miró hacia el cielo y encontró la respuesta: huir por aire. Largarse con su amigo casi en símbolo de burla. Así es como David decidió materializar su plan.
El yanqui contactó a Hardey Orville Dayle, piloto estadounidense experimentado quien tripularía el helicóptero del escape, según datos hemerográficos de esta casa editorial.
El cronista Armando Jiménez, en su libro “Lugares de Gozo y Retozo”, asegura que diferentes cómplices visitaron a Kaplan para realizar anotaciones de las características del penal. La estrategia llevó varios meses. Todo fue maquinado con escrúpulo para que embonara a la perfección.
Tras ocho años de encierro llegó el momento cumbre. El día: martes 18 de agosto de 1971. La hora: 18:35 pm. La leve lluvia, los reos en la función de cine, los vigilantes paseando despreocupados. En las canchas de basquetbol Kaplan y Contreras Castro a la expectativa, en la espera.
Entre las manos tenían un par de periódicos y hablaban con naturalidad. Nadie sospechaba nada.
Del cielo llegó un fuerte estruendo, era el de un helicóptero Bell modelo 47 que se acercaba. Los custodios no dispararon porque el aparato era del mismo tono azul brillante que el usado por el procurador de justicia.
Armando Jiménez relata: “Los vigilantes en las torres no supieron qué hacer, estaban confusos; dudaban si saludar o disparar, debido al color azul oficial”.
Desde los pasillos el celador Matías Salinas fue sorprendido por el ruido de las aspas; se asomó a una ventana observando que la nave descendía. No pudo hacer nada.
Los reos agitaron convulsamente los diarios y treparon al helicóptero. Fueron 10 segundos. Ni más ni menos. Diez segundos para correr; diez segundos para gritar. Los policías estupefactos no comprendían lo sucedido. Kaplan y Castro se habían ido.
Los prófugos descendieron en un llano en el estado de Hidalgo. Dos avionetas aguardaban: una se fue con Joel David hacia Brownsville, Texas; la otra huyó a Centroamérica con Contreras Castro.
Kaplan se fue de la forma más espectacular y de aquellos dos prófugos ya nada se supo de forma oficial.