Pues bien, ya llegaron, ya están aquí, los chambelanes a esta fiesta del pueblo ya se encuentran tocando a nuestra puerta; los invitados vienen ataviados con ropaje de distintos colores: rojos, verdes, azules, naranjas, y hasta un amarillo que empieza a pellizcar y aventar a las parejas haciéndose la víctima y acusando a los demás.
Arremolinados, todos quieren ser los primeros en entrar; al abrirles la puerta, enseguida se colocan en su rostro una máscara que asemeja una sonrisa de oreja a oreja; ya antes, desde el patio de nuestra casa nos habían regalado sus mejores frases, también abrazaron y besaron a nuestros hijos y nos prometieron una canasta de buenos deseos que normalmente es una canasta de cuentos muy mexicanos.
Todos ellos quieren ser el centro de atención en esta fiesta del Barrio de la Democracia, y para ello, nos mostraron sus manos recién lavaditas, para que todos veamos que las tienen limpias, aunque jamás pudimos ver la negra conciencia que la máscara esconde; entre gritos y manotazos que mutuamente se dan para hacerse notar ante el dueño de la casa, se logra escuchar la quejan de que el administrador de la vecindad trata de ayudar a uno de esos invitados a colocarse en el primer lugar de la fila, pero nos ocultan que ellos también hicieron lo mismo en las fiestas que organizaron en sus respectivas viviendas.
Cada uno de los que solitos se invitaron a esta fiesta –pues nadie les pidió estar aquí- tienen sus garbos que los distinguen de los demás; los de ojos verdes, por ejemplo, son chavorucos entusiastas; a leguas se ve que son de la high socialite, educaditos, bien disciplinaditos y no hacen tanto ruido para querer entrar, aunque por regla general, terminan por colarse al agarrarse de las manos de su Primo mayor.
Los chambelanes de ojos azules, en anteriores fiestas prácticamente han pasado inadvertidos, y en ésta, llegaron casi barriéndose, pues el dueño de su vecindad les puso tantas trabas y castigos que parecía que no podrían salir del closet en donde ellos mismos se habían encerrado; pero ya están aquí, claro como siempre, llevando a flor de piel el argumento de que ellos van a entrar primero.
Respecto a los del carro rojo, a estos muchachitos para venir a esta fiesta hasta tenis nuevos les compraron, mostrando enseguida que son unas “chuchas cuereras” en eso de organizar bailes populares, comprometiéndose en todo momento en poner más alma, más vida y más corazón con tal de entrar a la fiesta y ganar el concurso de baile que la vecindad ha organizado: “Bailando por un hueso”; muchos años han ganado el primer lugar y por eso se sienten confiados, pero cuidado, la curiosidad y también la confianza mató al gato y los dueños del concurso pueden buscar otras opciones innovadoras, pues el defecto de los bailadores rojos es que no han cambiado ni un ápice su estilo de bailar, y eso, puede aburrir a sus fans.
En esta fiesta también se están presentando algunos maestros…de baile, cuyo nivel de adaptación los está haciendo favoritos en algunos ritmos musicales, pues saben moverse al compás que les toquen; Su tenencia de dejarse llevar de la mano en este Vals “sobre las olas”, solo confirma la docilidad que le ha permitido sobrevivir en cada fiesta.
A los invitados del equipo amarillo, no hay ni cómo ayudarles, todo el tiempo se la han pasado discutiendo entre sí, da la impresión de que todos quieren ser el Latin Lover del concurso; de todo se enojan, por todo pelean y al final terminan formando parejas independientes que debilitan el estilo de baile que habían concebido; unos quieren bailar sones tabasqueños, otros más siguen las ideas musicales de los que se dejan agarrar la pierna para establecer un estilo más versátil; estos amarillo cada cual baila por su lado, ¿así querrán entrar al ánimo del jurado calificador?, a estos ya no los calienta ni el sol.
El resto de los descoloridos equipos que quieren entrar a esta fiesta, son solo chiquillos que están jugando a convertirse en grandes…bailarines, pero aún tienen que ensayar muchas piezas musicales por si solos, ya que la huaracha tabasqueña que les estaban enseñando, se ha visto que ya no es del agrado de la mayoría de los jueces, pues desde hace más de una año ese ritmo ha seguido la misma tonadita que ya aburre.
Bienvenidos a la fiesta, cada cual escoja a su mejor pareja, abrámosle la puerta y exijámosle que nos ayude a arreglar la casa, pues aún falta mucho por acomodar, no vaya a ser que metamos a sujetos que solo lleguen a sentarse y se les olviden los pasos de baile que nos prometieron, o peor aún, que solo lleguen a ponerle zancadillas al resto de los concursantes; nos vemos en la pista y ¡música maestro¡
Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está.
Miguel Rosales Pérez