A la 1:54 de la tarde, seguían llegando los feligreses a la Iglesia de la Asunción, cuyas puertas estaban cerradas. Adentro la misa de 1:00 se celebraba con un aforo limitado; debido a la pandemia; y mientras se proyectaba vía Facebook la celebración religiosa de la Fiesta de la Asunción de María, las personas acudían a preguntar a demás asistentes y a los comerciantes instalados en el atrio, si se volverían a abrir las puertas. 

La mayoría coincidió con la lona pegada del lado derecho de la entrada: la puerta se abriría a las 6:00 de la tarde para el santo Rosario y a las 7:00 para la misa, pero aun así algunos esperarían, sin importar el calor, con la esperanza de que en un momento u otro la puerta fuera abierta y los dejaran pasar; mientras estaban inúndanos por el sonido de los carros en el tráfico, las voces de los comerciantes ofreciendo su mercancía y rodeados de puestos de ropa, fruta, peluches, gorras y demás objetos.

Poco a poco algunos desistieron expresando que volverían más tarde, otros solo se paraban frente al portón y se persignaban ahí adelante antes de retirarse, y unos más no se dieron por vencidos, como Doña Chela, una señora, que, con flores en la mano, decidió esperar en la salida, al costado derecho del recinto, para entrar, aunque sea a dejarle sus flores a la Santísima Virgen. 

Y así lo hizo, a las 2:35, cuando la multitud salía de recibir la bendición, entró junto a más creyentes y en menos de quince minutos, parada frente a La Virgen de San Juan de Los Lagos, a quien igual se le celebró su día, rezó, oró y dejó su ramo junto a los que yacían en el piso. La puerta de salida ya estaba cerrada y poco a poco las personas que se mantenían dentro, salieron del lugar, uno que con anterioridad organizaba toda una feria para celebrar la Asunción de María