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LA ÉTICA Y LA MORAL

LA ÉTICA Y LA MORAL

Familia política

Maquiavelo gustaba de tomar como símbolo de la Ética de la Responsabilidad, al ciudadano común de Florencia, quien prefería la grandeza de su ciudad, antes que la salvación de su alma.

En estas líneas me permito recordar nuevamente al joven y eficaz médico, Don Alberto Jonguitud quien, ante la responsabilidad que tuvo de impartir la disciplina de Ética, en una universidad, afirmó algo que ya traté en alguna entrega anterior: “No se puede enseñar Ética”.

Por alguna razón no planeada, el asunto se atravesó en mis consideraciones temáticas. Nuevamente me permito plasmar los resultados de mis elucubraciones. Como es de todos sabido, la Filosofía avanza con base en el planteamiento de problemas; por ejemplo, la existencia del SER pretende desentrañar la verdad del origen de todo cuanto existe, animado o desanimado. Las diferentes corrientes pueden resumirse en dos: el Idealismo y el Materialismo. Repito: no se trata de un juicio de valor, sino de una cuestión de existencia. En este sentido, el Idealismo sostiene que fue un ser supremo (¿Dios?) omnipotente, omnisciente, omnipresente, omnitemporal… quien de la nada creó algo; esto es, todo lo que existe en el mundo material tuvo su origen en una concepción mental (Mentalismo), sin existencia en el tiempo ni en el espacio: “El espíritu de Dios flotaba por encima de las tinieblas” (Génesis 1. 27). En una postura extrema, antitética, se dice que la materia nunca se creó (por lo tanto, no tiene un creador) solamente se transforma. Ante este planteamiento, Idealismo y Materialismo aún bajo diferentes corrientes, se debaten desde siempre en una lucha gnóstica, en la que difícilmente se podrán poner de acuerdo.

En otro orden de ideas, se debate el problema ético. Su objeto de estudio se mueve no en el campo del SER, sino del DEBER SER. Sin duda, este ámbito corresponde al mundo de los valores y por lo tanto, no hay categorías absolutas, por ejemplo: ¿Existe o no existe la belleza? ¿Acaso es el ser humano quien, con base en su sentido innato de apreciación, determina si un objeto, además de sus características materiales, tiene algo inmaterial y apreciable, que todo mundo valore por su belleza? ¿Esto quiere decir que cualquier objeto juzgado por el ojo humano puede considerarse bello o feo? ¿Si la belleza existe, su carácter esencial es objetivo o por el contrario, es necesaria la presencia humana para asignar el atributo de la belleza a los objetos cotidianos?

En este ámbito se mueve la Ética. Su campo de estudio corresponde a los actos humanos juzgados a la luz de su repercusión social. Esto es, mientras una conducta no trasciende al ámbito social, su nivel de bondad o de maldad está fuera de la ética; se ubica en el campo de la moral; cuando va más allá del propio individuo y puede ocasionar consecuencias ya en el ámbito social, entonces sí puede ser objeto de estudio de la ética, la sociología e incluso del derecho. Pongo por ejemplo el gran odio que una persona siente por otra. Ese odio puede ser un pecado pero, mientras no se exteriorice, no penetra el del campo de la ética o del derecho penal. Son conductas internas que se exteriorizan en cuanto se da la tentativa de transformar el sentimiento interno en un acto con consecuencias jurídicas, por ejemplo. El odio no se juzga, la tentativa de hacer daño, sí.

En este orden de ideas se debate la incertidumbre de la Ética como asignatura académica; me pregunto, ¿qué objeto tendría incluirla en el plan de estudios de tal o cual institución? ¿Es la Ética una disciplina pragmática o una materia filosófico-especulativa, que queda en el campo de la teoría? Cuando Maquiavelo se refería al ciudadano florentino, que ponía jerárquicamente la grandeza de su ciudad, por encima de la salvación de su alma, ¿es problema de Ética o de moral? ¿Puede haber ciudadanos con una moral estrictamente cumplida, que sin embargo estén éticamente descalificados?… En fin.

En los casos que tienden a descalificar a la Ética y a la moral como disciplinas normativas, puede decirse que simplemente con algún pensamiento externado o no, se pueda romper un precepto normativo de cualquiera de las dos materias o de otra, cuyo rango puede medirse con parámetros diferentes (por ejemplo, la sarcástica afirmación de que “la moral es un árbol que da moras”, ¿está rompiendo un precepto moral, una condición ética o ambas?).

En este contexto, considero que la ética tradicional, más bien se identifica con la moral, pues no trasciende. La ética de la responsabilidad va más allá del ámbito académico de la ética, propiamente dicha (es externa, pragmática y juzga la conducta de los seres humanos en sociedad).

Todo servidor público que respeta su trabajo, tanto como a sí mismo, debería tener como biblia laica la Ética de la responsabilidad. Por convicción, ningún servidor público caería en la tentación de la corrupción, pues estaría rompiendo el fundamento de uno de los problemas básicos de la Filosofía: no mentir.

A contrario sensu, cuando es el pragmatismo y el prurito de permanecer en el poder por encima de cualquier cosa, no son la moral ni la ética las fuentes rectoras de su actuar, sino un afán puro de enriquecimiento y empoderamiento, que puede tener por fundamento la mentira y el principio maquiavélico (perdón Maquiavelo) de la consciencia del fin como justificación de los medios.