Cuando creemos que vamos avanzando, la realidad nos pone un garrotazo de regular tamaño y nos obliga nuevamente a poner los pies en la tierra; la efímera excitación del progreso se convierte en la eterna lucha contra la frustración por el fracaso, y entonces, nuestro hermosos carruaje de cuento de hadas se convierte en calabaza… pero seguimos adelante, nos vamos a pie buscando nuestro próximo molino de viento para desahogar nuestro valor reprimido.
Esa es la vida, una mezcla de sentimientos, una revoltura de planes y metas -inalcanzables algunas- que terminan por abrumarnos, pero que a la vez, son el traje a la medida para los grandes espíritus, los eternos buscadores de la cueva de las orquídeas susurrantes.
Ese desanimo con el que materializo mi pensamiento se lo debo en gran parte a la política; no avanzamos, y eso es sinónimo de retroceder, cuando cándidamente creímos que había comenzado una nueva generación de políticos y en consecuencia una nueva tesis para convencer a las masas, mi ingenuidad termina por estrellarse cual huevo en la sartén.
Nuestra voluntad pretende ser manipulada cada día, a cada momento; nuestra decisión es presa, y por lo tanto, susceptible de ser vulnerada por intereses mezquinos.
Es el sentir de mucha gente, ciudadanos que no atinan a oponerse por temor a no aparecer en la lista de asistencia a algún mitin y que ello les represente alguna merma en sus pretensiones; pretensiones que tal vez nunca lleguen no obstante su docilidad; ciudadanos a los que les hemos dejado saber que si bien no atinan a levantar su voz, en la intimidad de las urnas podrán gritar su valor reprimido a través de su voto; por su voto hablará su espíritu-parafraseando al Maestro José Vasconcelos- y ya vimos que los votos ya comenzaron a hablar.
Un paso para adelante y muchos más para atrás, la indignidad es el signo de la época, aunque vociferemos que en privado somos bien valientes, nos damos cuenta que en público somos unos auténticos simuladores.
Todos sumidos en la tristeza salvadora y oportuna, nos perdimos la bola rápida de los incrementos a las gasolinas y la mayoría no le dio importancia a la huella imborrable del paria enemigo dentro del recinto sagrado que no ha sido defendido con gallardía.
Se ha llegado al límite, así dijeron en Brasil y así le está explotando su País a Nicolás Maduro; el cacique enemigo se está derrumbando. ¿Será contagioso?.
Sea cual sea la respuesta, todo esto no me deja la menor duda, estamos siguiendo la estrategia del Cangrejo, vamos avanzando para atrás.
Las palabras se las lleva el viento pero mi pensamiento escrito está.